¿A qué jugamos? El valor de las cajas como elemento de juego

Desde la escuela, siempre pen­sa­mos en el valor del material no estructurado y sus múltiples posi­bilidades. A veces no se trata de aportar una infinidad de materiales a los niños y las niñas para propiciar el juego, sino que basta con elegir aquellos de ellos que conectan más con sus intereses despertando la curiosidad.

 ¿Quién no ha visto a un niño pequeño olvidarse del contenido de una caja y jugar con las mismas? ¿Cuántas veces nos han llegado a clase comentarios de las familias sobre ello después de las navidades, cumpleaños, etcétera?

Es por ello que decidimos pararnos a pensar en el uso que hacían de los objetos y cuáles eran los que más satisfacción les proporcionaban, favoreciendo el juego espontáneo y estimulando la exploración.

Por otro lado, queríamos propiciar la participación de las familias, no solo en la aportación de materiales, sino en la creación de otro tipo de juguetes para las clases de sus hijos, así como la reutilización de envases –en este caso, cajas de cartón–, favoreciendo el reciclaje, tan importante en nuestros días.

Propusimos a las familias que comenzasen a guardar cajas duras de cartón, de diferentes tamaños –estuches de colonias, cajas de zapatos grandes y pequeñas, envoltorios de botes de cremas, etcétera–. Con ellas crearíamos juntos las primeras construcciones de nuestros niños. Para que fuesen consistentes, primero había que rellenar cada caja con papel de periódico. Otras, que fuesen muy duras, las convertiríamos en sonoras: para ello podríamos introducir legumbres, arena, arroz, palitos, cascabeles…, para producir diferentes sonidos al moverlas o hacerlas caer. Por último, había que decorarlas. Algunas familias las envolvieron en papel de regalo, otras las decoraron con sus hijos pintándolas o ponién­doles fotos familiares, otras realizaron secuencias utilizando cintas adhesivas de colores. Por último, en la escuela las forramos con papel adhesivo transparente –Air­onfix– para darles mayor consistencia y seguridad.

Fue un trabajo estupendo y muy gratificante para todos. Con las cajas favorecimos que niños y niñas conociesen otro tipo de materiales menos convencionales y provocamos su curiosidad. En clase, realizábamos torres entre todos, trasladando las cajas de un lugar a otro, descubriendo sus diferentes pesos, tamaños, volúmenes y, lo mejor de todo, lo más mágico, la mirada de los niños cuando, una vez construidas, las hacían caer, los segundos de espera con el brillo en los ojos, anticipando el derrumbe.

Las cajas se pueden apilar, trasladar, agrupar, meter dentro de grandes contenedores…, proporcionando un juego de exploración muy rico. Pero, sobre todo, con este trabajo hemos ofrecido propuestas de juego en casa a las familias, con materiales al alcance de todos.

El uso del material reciclado es infinito, tan solo hay que abrir los ojos, observar a un niño y dejarse llevar.

Escuela Infantil El Lago, Fuenlabrada

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