Escuela 3-6. La cotidianeidad al servicio del cuerpo

Ofrecer a los niños y las niñas múltiples y variadas situaciones con las que poder establecer relaciones con materiales cotidianos nos brinda la oportunidad de hacerlos protagonistas de su propio aprendizaje. Estas vivencias y la escucha de su voz, de sus pensamientos y de sus ideas son vehículos esenciales para acompañarlos en su crecimiento tanto individual como grupal.

«Para saber, el niño se arma de herramientas y estrategias primitivas, poderosas, universales.
Lee los labios, copia los gestos, oye hasta los mínimos suspiros; prueba la tierra,
la piel, el agua, o cualquier cosa que le ofrezca datos sobre su entorno próximo.»
Carmen Díez Navarro,
La oreja verde de la escuela

 Todos los objetos que encontramos a nuestro alrededor tienen unas posibilidades infinitas de utilización en la escuela. Simplemente hay que pararse a mirar con ojos de niño para imaginar mil y una situaciones de uso con las que poder relacionarse con todo lo que nos rodea y desarrollar ese inmenso potencial que poseen y que les es tan propio como su cuerpo, su pensamiento, sus sentimientos, su forma de relacionarse y de reaccionar ante todo lo que acontece a su alrededor… Por ello es fundamental ofrecerles oportunidades en las que realicen actividades de forma autónoma, tomen la iniciativa, planifiquen y secuencien su acción, partiendo de su vivencia corporal.

Decía Piaget que «todo acto inteligente ha sido antes conducta motora», y podríamos decir también que toda conducta motora está cargada de emoción, de intención, de aprendizaje, y que busca el desarrollo integral de nuestros niños y nuestras niñas. La educación psicomotriz es un pilar esencial de este proceso, ya que gracias a ella se desarrollan todas las inteligencias de manera globalizada ayudando a adquirir y generalizar conocimientos en los niños y las niñas, implicando todas las áreas de desarrollo y aprendizaje del currículum de Educación Infantil.

Y puesto que todos los espacios y materiales de la escuela deben considerarse potencialmente educativos, tal y como establece la Orden de 5 de agosto de 2008, por la que se desarrolla el currículo correspondiente a la Educación Infantil en Andalucía, como docentes debemos planificar intencionalmente los distintos lugares, espacios y materiales, ya que estos se consideran escenarios de acción-interacción-comunicación, teniendo en cuenta que el valor de los espacios y de los materiales reside fundamentalmente en las posibilidades de acción, manipulación, experimentación y conflicto que proporcionen, facilitando la autonomía e independencia de niños y niñas.

La cotidianeidad al servicio del cuerpo
La recuperación, reutilización y reciclaje de materiales nos brinda una oportunidad de ayudar a la infancia a descubrir nuevas posibilidades de uso para desarrollar su inteligencia corporal. Poner en contacto al niño con objetos cotidianos a través del cuerpo, tanto en clase como en sus vidas, ayuda a fomentar el pensamiento divergente, la búsqueda de soluciones creativas a determinadas situaciones –conflictivas o no–, el diálogo, la toma de decisiones y el trabajo colaborativo, sin olvidarnos, por supuesto, del aspecto emocional que tan necesario es abordar y trabajar no solo en clase sino en el propio día a día.

Estos objetos cotidianos están al alcance de todo el mundo, porque ¿qué clase de infantil no tiene sillas, mesas, tizas, cajas o telas entre sus materiales? Son objetos cercanos a los niños y las niñas, tan comunes y estandarizados en su uso habitual como llenos de posibilidades infinitas para crear, relacionarnos, inventar, compartir, jugar, ser, expresarse… Mirar de otra manera no solo los materiales sino también los espacios y los tiempos es fundamental, y nos puede llevar a reflexionar y hacer en clase la pregunta «¿Para qué sirve un objeto determinado?». Así irán surgiendo las ideas que tienen los niños, que serán no solo infinitas sino de lo más variopinto. En todas ellas estará presente lo corporal, puesto que es su vehículo de acercamiento al conocimiento, su vía más efectiva de aprendizaje, su medio para expresarse, para comunicarse, para sentir, para vivir…

Estas propuestas ayudaron a niños y niñas a entrar en contacto con algunos de los objetos cotidianos de la clase de una forma diferente a como se relacionaban con ellos habitualmente. Nuestras sesiones de trabajo partían de la exploración libre y la experimentación corporal con los objetos para pasar a la expresión de lo vivido (mediante la representación gráfica y/o una asamblea de puesta en común). Los objetos cotidianos cobraron un valor importantísimo, ayudándonos a desarrollar nuestra creatividad, y dejaron de ser invisibles para todos.

Cajas llenas de historias.
Cajas llenas de vida
¿Quién no ha visto una caja mientras paseaba por la calle y ha pensado en todo lo que se podría hacer con ella en la escuela? ¿Quién no ha tenido al alcance de la mano un montón de cajas de distintos tamaños y formas y no ha sabido qué hacer con ellas antes de enviarlas al contenedor azul?

La solución propuesta fue ofrecerlas a los niños y las niñas para ver qué se les ocurría hacer con ellas. Partíamos de la idea de que el juego simbólico podría ser motor de sus propuestas y que no solo el cuerpo sino también la mente y el alma entrarían en acción. Y exactamente eso fue lo que ocurrió en cuanto se les ofreció el montón de cajas con las únicas premisas de «no vale hacer daño», «hay que intentar trabajar en equipo» y «pensamos cosas nuevas: no vale repetir».

En el primer acercamiento a las cajas que se produjo en clase salieron a flote sus preferencias de juego. Transformaron las cajas en coches con los que hacían carreras, en casas y castillos en los que recibir las visitas de otros invitados, etc. Hubo quien reaccionó observando lo que hacían sus compañeros, apuntándose a la idea que más sugerente le parecía; hubo quien comenzó jugando solo y poco a poco fue añadiendo personas a su juego, abriendo la puerta a un juego colectivo que se enriqueció con las propuestas de todos y cada uno de los participantes; también los hubo que directamente decidieron agruparse en parejas y así surgió una historia que iba modificándose a medida que era vivida por sus protagonistas.

El segundo acercamiento al juego con las cajas se produjo en el exterior y, en cuanto vieron las cajas apiladas en la puerta de clase, se organizaron para sacarlas al patio como si de una procesión de Semana Santa se tratase.

Puesto que al principio el interés de las niñas y los niños fue repetir lo mismo que se realizó en la sesión anterior, se les propuso la idea de intentar no repetirlo, con la intención de dar más juego al pensamiento divergente. Así, ante la propuesta «¿a que no sois capaces de hacer una torre muy muy alta, casi tan alta o más que vosotros?», rápidamente los grupos se pusieron manos a la obra y colaboraron para demostrar que podían. Y a partir de ese momento comenzaron a expresar en voz alta pensamientos como «¡vamos a hacer una torre muy alta donde vive una princesa!», pensamientos que los llevaron a crear nuevas situaciones de juego…

Surgió la idea de meterse dentro de las cajas, lo que serviría para comprobar si el volumen de las mismas era adecuado para el tamaño de sus cuerpos. Y como una cosa llevaba a la otra, una vez que estuvieron dentro de la caja se escondieron y pidieron a los demás que se tapasen los ojos para luego adivinar en qué caja se había metido cada persona.

El arte de dibujar el día a día
¿Qué niño o niña de Educación Infantil no disfruta cuando se le permite dibujar o escribir con una tiza? Y si la tiza es gruesa para poder pintar en el patio, las posibilidades creativas son casi infinitas.

El dibujo de una moto nos permitió hacer carreras en las que no siempre ganaba la misma persona, de manera que se compartiera la dulzura del éxito. La casa de nuestros sueños fue dibujada con piscina y un trampolín que nos sirvió para lanzarnos al agua y nadar sin miedo a ahogarnos. El maravilloso mundo de los cuentos apareció cuando dibujaron un camino, que nos llevaba unas veces a casa de la abuela de Caperucita, pero que en otras ocasiones conducía a las casas de sus abuelas queridas, permitiéndonos incorporar la dramatización a nuestros juegos. Y el imaginario infantil nos llevó a dibujar castillos en los que vivir, convirtiéndonos unas veces en reyes y reinas, y otras en ogros peligrosos que perseguían a todo aquel que llegaba a nuestro castillo.

Y en este ir y venir de la vida, las familias nos enseñaron algunos juegos tradicionales de los que antes disfrutaban niños y niñas como nosotros en las calles del pueblo, juegos que últimamente se están perdiendo en la memoria y que vimos necesario rescatar. Entre esos juegos apareció la rayuela, que terminamos dibujando a nuestra manera y de la que tuvimos que comprobar antes de jugar si era correcta o no, si nos cabía el pie a todos los jugadores dentro de los recuadros dibujados, si estaban dibujadas todas las casillas necesarias con sus números correspondientes… Todas estas situaciones lúdicas nos ayudaron a la comprensión y el desarrollo del espacio que nos rodeaba.

¿Qué mejor expresión gráfica que la realizada en el macroespacio del patio, en el que pudimos comprobar cómo los niños y las niñas son capaces de adaptarse y ajustar las proporciones de sus dibujos al mismo? Y no solo eso, sino que cuando llegaba la hora del recreo todas y cada una de las producciones gráficas eran utilizadas no solo por los más pequeños sino también por los mayores de la escuela, que ayudaron a mejorarlas, favoreciendo el aprendizaje mediado propuesto por Vygotski.

Telares para crecer juntos
Toda clase de Educación Infantil cuenta con un «fondo de armario mínimo», en el que no faltan unos cuantos retales de telas o pañuelos de los que usamos para el cuello. Los colores, formas y tamaños fueron cualidades a tener en cuenta, ya que pronto nos dimos cuenta de que nos podían ayudar a clasificar, tapizar, teselar o complementar disfraces o construcciones.

Y es que con una tela pudimos disfrazarnos y convertirnos en una hermosa novia o en un fantasma. La clase fue transformada en una acampada llena de tiendas donde pasar la noche juntos. Cuando todas las telas fueron amontonadas, nos sirvieron como colchón para tumbarnos y ver las estrellas compartiendo momentos especiales con nuestras amigas y amigos.

Ese baúl lleno de telas se convirtió en un aliado fantástico para acercarnos al conocimiento lógico matemático, ya que tapizamos la superficie-suelo de la clase, hicimos plegados idénticos al guardar las telas de forma ordenada, trabajando en parejas o intentando hacerlo solos, fueron clasificadas por texturas, tamaños o formas e incluso se utilizaron para dramatizar cuentos como el de «La princesa y el guisante», poniendo una piedrecita debajo del montón de telas, que fueron convertidas en mullidos colchones donde acostarse la princesa de la historia.

Amueblando nuestras vidas
La silla, este elemento cotidiano en nuestras vidas, nos ofreció muchas posibilidades de uso para el desarrollo de las habilidades motrices y sociales. Una de las propuestas más divertidas y solicitadas fue la de jugar con ellas al tradicional juego de la silla, pero eliminando solo sillas y haciendo de esta manera que la colaboración y la ayuda mutua fuese algo esencial para que nadie se cayese de la silla. Los abrazos, el contacto físico, el control corporal, fueron vías de comunicación del afecto y el cariño que sentíamos por los demás.

Las sillas se usaron para jugar a poner sobre ellas no la parte de nuestro cuerpo que siempre solemos poner, sino otras partes del cuerpo como los pies, las piernas, los codos, la frente, la cabeza…, haciéndolo más divertido cuando propusimos retos para resolver en parejas o pequeños grupos, como por ejemplo apoyar tres codos en una silla, tres codos y dos pies, etc.

Las sillas también fueron transformadas en un túnel por el que pasar como si fuésemos gusanos, o en un camino sobre el que nos movíamos arrastrándonos para llegar hasta un tesoro.

Las sillas nos sirvieron para hacer circuitos (a los que pudimos añadir alguna que otra mesa), y para transformarlas, junto con una tela, en tiendas de campaña en las que refugiarnos juntos cuando jugábamos a ir de acampada. Las apilamos y utilizamos para sentarnos muy alto o las utilizamos para hacer circuitos motrices, como un rocódromo en el que tuvimos mucho cuidado al escalar para no caernos ni hacernos daño.

Y tras estas experiencias de juego, nuestra percepción de la silla cambió totalmente y dejó de ser esa parte del mobiliario en el que a veces pasamos mucho rato sentados para convertirse en un objeto lúdico que nos ayudaba a emocionarnos, a transformar el entorno y adaptarnos al mundo y a los demás, a crecer y a expresarnos, a disfrutar y a aprender.

Conclusiones
Según la Orden de 5 de agosto de 2008, por la que se desarrolla el Currículo correspondiente a la Educación Infantil en Andalucía, en la escuela infantil son numerosas las situaciones que contribuyen a la construcción y la afirmación de la imagen corporal. Unas vendrán desde propuestas adultas y otras estarán ligadas a la vida cotidiana a través de la organización y planificación de los espacios, tiempos y materiales.

La exploración de las posibilidades del propio cuerpo en relación con el espacio, con los objetos y con los otros, encuentra en la vida cotidiana numerosas situaciones que favorecen el control y la precisión de la acción y del movimiento, y es una oportunidad maravillosa de brindar a los niños y las niñas la posibilidad de buscar usos alternativos a los tradicionales a todos y cada uno de los objetos que tenemos a nuestro alcance. Porque a partir de ese momento la mirada cambia, como también cambia el acercamiento y la valoración de lo que tenemos, y esas vivencias también cambian nuestra forma de entender la vida.

En palabras de Loris Mala­guzzi, «un concepto o una idea pueden presentarse al niño de modo que cambien verdaderamente los significados de su experiencia», y esto precisamente es lo que intentamos hacer con estas propuestas: ofrecer materiales sencillos para conseguir resultados sorprendentes.

Ana Belén Cerezo, CRP Valle de San Juan,
de Ventas del Carrizal (Jaén).


Bibliografía
Abad Molina, J., y Ruiz de Velasco Gálvez, A. El juego simbólico. Barcelona, Graó, 2011.
Carson, R. El sentido del asombro. Madrid, Encuentro, 2012.
Díez Navarro, C. La oreja verde de la escuela. Trabajo por proyectos y vida cotidiana en la escuela infantil. Madrid, De la Torre, 2ª edición, 1998.
Malaguzzi, L. Los cien lenguajes de la infancia. Barce­lo­na, Rosa Sensat, 2005.
Varios autores. Zapato y metro. Los niños y la medida. Barcelona, Octaedro/A. M. Rosa Sensat/Reggio Chil­dren, colección «La Escucha Que No Se Da», 2005.

 

 

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