Escuela 0-3. Adaptación 0-3

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Decálogo de la adaptación 0-3
1. Proceso natural:
Todo ser se adapta a los cambios de su entorno con mayor o menor esfuerzo y con mayor o menor éxito, y el bebé humano también.
2. La transición familia-escuela infantil: En estos tiempos de escolarización temprana, el objetivo de la adaptación es favorecer la transición diaria familia-escuela.
3. Ampliando los vínculos: La relación privilegiada vivida hasta entonces con la madre o el padre se va a limitar en el tiempo para incorporar una nueva relación con una persona inicialmente desconocida y potencialmente muy cercana.
4. Edad: El vínculo afectivo evoluciona con el tiempo, de manera que pueden surgir dificultades de diferente intensidad ante la separación.
5. Familia: No es fácil dejar a tu hijo o hija en manos de una persona desconocida. Es fundamental confiar en ese profesional. La familia, una vez que ha decidido optar por la escolarización temprana, debe cooperar con él para que la cooperación sea conjunta y ayude a su hijo o hija.
6. Profesionales, educadoras, profesores, auxiliares: Además de prepararse personalmente para un proceso de adaptación, deben conocer a cada uno de los niños y niñas pequeños a su cargo: momento evolutivo, costumbres, gustos, estilos, necesidades y familias. En un principio lo harán gracias a la información ofrecida por la familia. Más adelante irán añadiendo información de su propia observación diaria.
7. Organización: La propuesta que hace el centro escolar no es más que un punto de partida; el proceso de adaptación tiene que ser a medida, incluyendo calendario, horario, acompañamiento o tareas.
8. Grupo: Si bien los criterios habituales de agrupamiento en los períodos de matriculación son el año y mes de nacimiento o los apellidos, también se pueden tomar en cuenta los horarios familiares, el ritmo infantil, la personalidad o su nivel de madurez.
9. El centro: La acogida de las nuevas niñas y niños debe implicar a la institución en su conjunto.
10. El termómetro de la adaptación es la salud del niño o niña: El bienestar físico y emocional del bebé o niño pequeño da cuenta del devenir de este crucial proceso.

Esta propuesta se orienta a la realidad de la Comunidad Autónoma del País Vasco (capv), en la que los grupos de 2 años de la red pública están integrados en los centros escolares junto al segundo ciclo de Educación Infantil (ei), mientras que los grupos 0-2 conforman el denominado Consorcio Haurreskolak, de manera que a lo largo de la primera infancia (0-3 años) los niños y las niñas escolarizados en esta red cambian de centro a los 2 años, por lo que se les exige una segunda adaptación. Por su parte, el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz mantiene cinco escuelas infantiles que acogen el ciclo completo de 0 a 3 años.

Con el fin del verano y el inicio del nuevo curso, llega uno de los momentos más importantes de la infancia y de la escolarización: el período de adaptación de los niños y las niñas pequeños. Este período provoca incertidumbre en toda la comunidad educativa y por supuesto en el niño o la niña, pero también en la familia y entre las profesionales. Aunque se le llama período, estamos hablando de un proceso que supone un crucial cambio de entorno: del familiar al escolar.

Como punto de partida comenzaremos por las condiciones institucionales de la adaptación. Es posible que desde principios de septiembre, por el tamaño y la estructura del centro, se ofrezcan servicios de comedor y siesta, y que la familia utilice alguno de estos servicios. En la medida de lo posible, hasta que el niño esté adaptado habría que retrasar su utilización. Las clases, los pasillos y las entradas, limpios y atractivos al inicio, deben mantenerse así a lo largo de todo el curso. A lo largo de la jornada, el orden de las clases de niños y niñas pequeños puede convertirse en desorden, incluso en caos, pero es fundamental que se restaure para asegurar la actividad infantil centrada, serena y segura. El espacio debe tener en cuenta el movimiento dependiendo de la edad de los niños y las niñas, y en todo momento debe garantizarse que puedan moverse amplia y cómodamente. En este sentido, si hay mucha diferencia de nivel entre los pequeños de 0-1 años se pueden diferenciar dos zonas, una para quienes no se desplazan por el espacio y otra para quienes ya gatean y andan. De todas estas condiciones, la fundamental es que haya dos educadoras por grupo para garantizar la atención individualizada.

Sobre las cuestiones centrales de la propia adaptación, empezaremos por sus claves: los cuidados. El punto de partida y la esencia del proceso de adaptación es la construcción de la relación con la educadora. Para hacer posible esta relación y poder ofrecer un trato personalizado, hay que organizar bien los turnos de asistencia a la escuela durante los primeros días, a poder ser con la menor cantidad posible de niños y niñas. Cualquier cuidado que se realice por primera vez en la escuela lo realizará la familia en presencia de la educadora: el primer cambio de pañal, e incluso la primera comida o la primera siesta, para conocer cómo se ha hecho con el niño hasta entonces y sus gustos.

Como cuestiones asociadas a los cuidados, señalar que, aunque en los dos primeros días todo vaya bien, en los siguientes pueden surgir imprevistos, ya que, de alguna manera, el niño o niña se da cuenta de que la escolarización es para siempre. Por ello, hay que poner atención especial al tercer, cuarto o incluso al quinto día, porque puede haber retrocesos. De la misma manera, hay que tomar en cuenta los días posteriores al fin de semana o festivos, porque tras la pausa resulta duro volver a la escuela. Según los días avanzan, el tiempo de estancia se va ampliando y es necesario cuidarlo, ya que conviene que el niño o la niña salga con ganas de volver. Hay que poner especial atención si se enferma, porque podría indicar que la adaptación lo supera. Entonces habría que empezar desde cero, con más cuidado y flexibilidad todavía. Además, es importante recordar que la adaptación no se realiza para siempre y que hay días y días. Los primeros días de cualquier curso o la vuelta a las rutinas habituales después de las vacaciones, aunque sea de manera más leve, pueden ser delicados; por lo tanto, tendrían que considerarse días de adaptación. Otra cuestión que hay que tomar en cuenta es la edad, porque condiciona especialmente la tarea. De hecho, cuando los niños y las niñas van creciendo, las actividades son más complejas, los grupos son más grandes, las capacidades se amplían; por lo tanto, hay que cuidar especialmente la organización.

Para poder desarrollar todo ello, además del intercambio de información, conseguir armonía y complicidad mutua con las familias es fundamental. Las reuniones son imprescindibles. Después de la matrícula conviene realizar una primera reunión conjunta con todas las familias de los niños y las niñas que vienen por primera vez al centro para clarificar la información general: edificio, accesibilidad, ropa, asuntos económicos, proceso de adaptación, horarios, sentido de los turnos, a qué se le va a dar importancia, etc. A principio de curso, se realiza una segunda reunión con todas las familias del grupo, en la que el tema principal es la adaptación: recordar los turnos, horarios, objetivos, actitudes recomendables y, sobre todo, transmitir tranquilidad. También se les informa de que pueden realizar el proceso de adaptación más adelante. En esa época hay familias de vacaciones y conviene que sepan que no hay problema en empezar la adaptación a su vuelta. Después de las dos reuniones y con el comienzo de la adaptación, se recomienda realizar las entrevistas individuales con las familias, para conocer lo mejor posible la situación del niño o la niña de ese momento y sus rutinas. En las reuniones del grupo de 2 años también habría que clarificar los criterios para establecer los turnos: qué evolución previa ha tenido cada niño, si ha vivido una escolarización previa o, por ejemplo, cuál es su nivel de control de esfínteres del momento, cómo se relaciona con las personas adultas, cómo juega, cómo vive las ausencias, etc. Es conveniente que las familias sepan que la inquietud asociada a la adaptación puede acarrear retrocesos, por ejemplo, en el control de esfínteres, el sueño, el apego a la madre o al padre, etc. Los niños y las niñas que se han escolarizado en el curso anterior (0-1 o 1-2) suelen tener un ritmo diferente en la nueva adaptación. La propuesta sería que en estos grupos hubiera niños y niñas previamente escolarizados con niños y niñas de nueva escolarización. Por último, en todas las reuniones se recordará a las familias que, una vez su hijo esté preparado, son ellas quienes tienen que poner el punto final al proceso de adaptación.

A continuación, muy resumida, nuestra propuesta en función de las variables edad y día del proceso.


Esta no es más que una humilde propuesta. La preocupación y el malestar asociado al principio de curso en la familia y en la escuela es grande. Precisamente para suavizar este trance hacemos hincapié en la importancia de planificar el proceso de adaptación. La base de esta propuesta es el bienestar infantil. A partir de ahí, solo hemos seleccionado y combinado ciertos criterios básicos aplicando el sentido común con el objetivo de conseguir la organización más adecuada del grupo y de la escuela infantil. De la mano de la familia en primer lugar y luego de la escuela infantil, el niño o la niña construye las bases de la cultura de su tiempo y de su entorno. La solidez de esta construcción condicionará su presente y su futuro. Recordemos que la adaptación es una responsabilidad compartida.

Nota
1. Que puede incluir o no la oferta de comedor escolar y siesta.

Kalitatezko Haur H@zkuntza taldea (Amaia Aguirregoitia, Inge Axpe,
Haizea Belza, Nuria Galende, Ane Gurrutxaga, Elena Herrán, Nagore Martínez, Jone Sagastui, Ana Zamakona), Bilboko Hezkuntza Fakultatea, uvp/ehu.

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