Tema. Recuperar la esperanza en tiempos de pandemia, visibilizar y atender prioritariamente a la infancia

Noviembre de 2020
Cuando el 28 de febrero de 2020 se registró en México el primer caso de COVID-19 se ignoraban los efectos de la enfermedad en las niñas y los niños más pequeños. Ahora, después de nueve meses, se sabe que también puede afectarlos gravemente, sobre todo si tienen condiciones de vulnerabilidad como desnutrición, obesidad o enfermedades crónicas.1 Por desgracia, de acuerdo con cifras oficiales, desde el 13 de abril en que se registró la primera muerte de una niña de dos años2 y hasta el 13 de julio, habían muerto en nuestro país 125 niñas, niños y adolescentes de entre 0 y 17 años y 7,377 habían resultado contagiados.3 De las niñas, niños y adolescentes que enfermaron 2,054 tenían entre 0 y 5 años – 28 de cada 100- y 73 de los que fallecieron, esto es más de la mitad, aunque la mortalidad fue mayor entre los más pequeños: 31 niñas y niños menores de 1 año y 27 de 1 año murieron en el periodo, 5 y 6% respecto del número de enfermos confirmados hasta esa fecha para cada segmento de edad.

Según datos de UNICEF la desnutrición infantil sigue siendo uno de los principales problemas en México y la padecen 1 de cada 8 niños y niñas menores de 5 años, mientras que el sobrepeso y la obesidad afecta a 1 de cada 20,4 además se estima que más de la mitad de la población infantil y adolescente de nuestro país vive en la pobreza, 20.7 millones de niñas, niños y adolescentes entre 0 y 17 años en 2016, principalmente población que reside en localidades rurales, pertenece a hogares indígenas, en los que el jefe o jefa tiene baja escolaridad o hay miembros con alguna discapacidad.5 Estas condiciones mantienen a un gran número de niñas y niños en situación de mayor riesgo frente a la COVID-19, sin que hasta el momento se haya llevado a cabo ninguna estrategia de atención prioritaria para ellos, por el contrario, permanecen en la invisibilidad y sujetos a las condiciones y posibilidades de sus familias.

En el contexto de la pandemia, muchos niños y niñas también han sido afectados por el cierre de centros de educación y cuidados que se impuso en todo el país desde el 23 de marzo6 y que continúa hasta el mes de noviembre y probablemente se mantenga hasta los primeros meses de 2021, en virtud de que persisten los elevados números de contagios y de hospitalizaciones. Se calcula que poco más de 570 mil niños y niñas de 45 días a 2 años 11 meses de edad y más de 5 millones 270 mil de 3 a 5 años que asistían a centros de educación inicial y preescolar están ahora en sus casas, sumados a los más de 7 millones 300 mil de esas mismas edades que no asistían a ningún centro7, un gran número de éstos de las familias más pobres.

El encierro no es novedoso, sobre todo para niñas y niños que viven en las ciudades, ya que éstas son peligrosas, agresivas e inhumanas para ellos –aunque también para otros sectores- y desde antes de la pandemia sólo podían salir de la mano de un adulto, como ha señalado el pedagogo italiano Francesco Tonucci.8 Sin embargo, la permanencia en casa por la COVID-19 no se parece al encierro previo, que ahora suma el temor al contacto con otras personas, el aislamiento, la falta de solidaridad y muchas veces la pérdida o reducción de las actividades laborales9 de padres y/o madres y, por lo tanto, la carencia o disminución de los ingresos, con sus consecuencias en las condiciones de vida de las familias, en las formas de convivencia y en las posibilidades de atención, cuidado y desarrollo de niñas y niños.

Para conservar la salud y, en muchos casos la vida, el encierro ha aislado a niñas y niños, a madres y padres, a educadoras y educadores. Las familias con niños pequeños han vuelto a ser las únicas responsables de su educación y cuidados, afrontando con respuestas individuales, muchas veces en espacios reducidos, con pocos o nulos recursos, la que constituye una responsabilidad de la sociedad en su conjunto: el desarrollo integral de niñas y niños desde su nacimiento.10

Se trata, por lo tanto, de una situación en la que, ante la carencia de acciones de las autoridades dirigidas especialmente a los más pequeños, madres y padres se las han arreglado como han podido, en algunos casos con el apoyo de educadoras y educadores, quienes adaptaron apresuradamente sus planes de trabajo y echaron mano de sus recursos personales para comunicarse con las familias, principalmente mediante el teléfono móvil, sin orientaciones y soportes institucionales (equipos, bibliotecas, fonotecas y ludotecas, por ejemplo).

La permanencia en casa por la pandemia ha significado para niñas y niños más tiempo frente a la televisión o a otros dispositivos electrónicos cuando los hay (teléfonos “inteligentes”, tabletas, computadoras) o la realización de actividades aisladas (Semana 1: El color amarillo; Semana 3: Animales terrestres y marinos; Semana 6: Medios de transporte; Semana 8: Triángulo) y para los padres, la sobrecarga de trabajo, pues además de la atención a los chicos se les ha pedido el llenado de formatos y la recuperación de “evidencias” que permitan a las autoridades declarar que “hay continuidad en el sistema educativo”.

En muchos otros casos el encierro ha agravado la violencia hacia las niñas y niños y hacia las mujeres, como han documentado muchas organizaciones también en México.11

Ciertamente las experiencias de vida de muchos niños y niñas se han empobrecido, al perderse el contacto con otros niños y adultos y la posibilidad de explorar otros espacios; los padres y madres, principalmente estas últimas, enfrentan exigencias relacionadas con la educación de los más pequeños para las que la mayoría de las veces no están preparadas; y las educadoras y educadores han sido desplazados y menospreciados por las autoridades, especialmente con la propuesta de iniciar el nuevo ciclo escolar a finales de agosto con transmisiones televisivas para todos los niveles, en las que tienen escasa o nula participación. Se han abierto centros comerciales, restaurantes, bares, casinos, gimnasios, pero no las escuelas.

La educación virtual que se desarrolla en México parte, además de la ilusión de que es posible, mediante la televisión o el Internet, ofrecer experiencias educativas para todos los niños, niñas y adolescentes, sin tomar en cuenta que el contacto físico, el apapacho y el juego son componentes fundamentales de la educación y los cuidados de los más pequeños que no pueden hacerse virtualmente, desconoce además la importancia para ellos de la “presencialidad” en la constitución de la subjetividad y el desarrollo del pensamiento y el lenguaje. En el año 1996 el informe Delors12 destacaba que la educación debía centrarse en torno a cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. Estos cuatro pilares tienen plena vigencia en nuestros días, pero ¿cómo pueden lograrse esos aprendizajes desde la virtualidad? ¿Y con los más pequeños?

La educación virtual no puede sustituir el contacto entre las personas, el disfrute de la naturaleza, la experiencia de la lectura de un libro, de la música o de actividades de expresión plástica. Tampoco podemos dejar de advertir otros aspectos problemáticos de la educación virtual, como el hecho de que no está disponible para todos y en todos los lugares, que tiene costos que la hacen inaccesible para muchos, que está contribuyendo a aumentar las fortunas de unos cuantos en todo el mundo y que tiene también efectos muy dañinos en el ambiente.

Reflexiones finales
Los efectos de la pandemia son muchos y muy complejos en la vida de la mayoría de las personas y estamos lejos, al menos en México, de poder hablar de “post pandemia”. Se sabe que las secuelas en las condiciones de salud de quienes han contraído la enfermedad pueden ser permanentes y se desconocen los efectos que tendrá en la salud mental y emocional de todos los que la estamos viviendo, pero especialmente de las niñas y niños que han perdido a sus padres u otros familiares cercanos. En términos económicos ya se vislumbra la caída de la economía, con su consecuente pérdida de empleos y, en visiones más catastróficas o más realistas, se habla de aumento de la pobreza e incluso de hambruna en muchas regiones y para un gran número de personas en el mundo. Ante este panorama nos parece indispensable recuperar la esperanza, ya que la pandemia también nos da la oportunidad, y a la vez nos obliga, a repensarnos como personas y como sociedad, a reflexionar sobre los efectos de nuestras acciones sobre la naturaleza, a reorganizar nuestras instituciones, especialmente la familia y la escuela, pero sobre todo, nos obliga a actuar y una de las acciones urgentes, es sin duda, la atención prioritariamente a las niñas y niños, que hasta hoy está en la invisibilidad y el abandono.

Será importante que el regreso a las aulas se acompañe con espacios de reflexión sobre la situación que nos ha generado la Covid- 19, que en un primer momento los equipos de los centros infantiles conversen sobre los duelos que hemos vivido, la crisis que ha provocado el confinamiento en nuestros hogares y lo que hemos hecho para salir adelante. Será importante escucharnos entre todos y a partir de este ejercicio pensar en cómo vamos a recibir a las niñas y niños.

El reencuentro cara a cara con nuestros alumnos y alumnas debe partir de lo humano, de ser solidarios y empáticos y de seguir apapachándolos de mil formas, especialmente a los bebés y niñas y niños pequeños, con nuestras palabras y gestos, con el arte, con actividades que los haga pensar, explorar y disfrutar. Será momento de ser creativos para que se generen espacios de reflexión de lo que pensaron y sintieron en el confinamiento y de lo que se imaginaron al regresar a sus escuelas. Será momento también de ser congruentes con las acciones que tomemos para que el centro infantil cambie o se consolide como un centro que protege el ambiente, que propicia hábitos saludables, que fomenta la solidaridad, en el que se trabaja en colectivo, que se prepara a vivir mejor este mundo, es decir, que construye ciudadanía en la vida cotidiana de las escuelas desde edades tempranas.

María Cecilia Oviedo Mendiola, Norma Castillo, René Sánchez, Jennifer Haza
integrantes del consejo de redacción de México.

Notas
1. Como se sabe, la COVID-19 es una enfermedad causada por un “nuevo virus”, el coronavirus SARS-CoV2, que fue identificado rápidamente pero del que se desconocen muchos aspectos, así como sus efectos en las personas. En el caso de la población infantil, se habló inicialmente de manifestaciones leves de la enfermedad y fue hasta el 15 de mayo que la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicó el informe Síndrome inflamatorio multisistémico en niños y adolescentes con COVID-19. Informe científico. sobre manifestaciones graves provocadas por el virus entre la población infantil.
2. Guillén, Beatriz (2020). La tasa de mortalidad de niños en México por la covid-19 triplica a la de EEUU. El País, 28 de junio. Disponible en: https://elpais.com/sociedad/2020-06-28/la-tasa-de-mortalidad-en-ninos-en-mexico-por-la-covid-19-triplica-a-la-de-ee-uu.html
3. Roldán, Mariluz (2020). Covid en niños, se multiplican casos…y decesos. La Silla Rota, 14 de julio. Disponible en: https://lasillarota.com/nacion/covid-en-ninos-se-multiplican-casos-y-decesos-coroanvirus-pandemia/413053
4. HTTPS://www.unicef.org/mexico/salud-y-nutricion (Consultada el 21 de agosto de 2020)
5. Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, CONEVAL-UNICEF (2019). Pobreza infantil y adolescente en México 2008-2016. México: UNICEF, p. 5 y 16.
6. Del 23 de marzo al 30 de mayo de 2020 con lo que se denominó Jornada Nacional de Sana Distancia y a partir del 1° de junio con la denominada “nueva normalidad”.
7. Secretaría de Educación Pública (2020). Programa Sectorial de Educación 20202-2024. Diario Oficial de la Federación, 6 de julio, pp. 36 y 39.
8. Tonucci, Franceso (2003). La ciudad de los niños. Un modo nuevo de pensar la ciudad. Buenos Aires: Losada y “Francesco Tonucci: ‘No perdamos este tiempo precioso dando deberes’”. El País, nota de Ana Pantaleoni, 11 de abril de 2020. Disponible en: https://elpais.com/sociedad/2020-04-11/francesco-tonucci-no-perdamos-este-tiempo-precioso-dando-deberes.html
9. De acuerdo con los resultados de la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) la población ocupada en el país bajó de 55.7 millones en marzo de 2020 a 45.4 millones en abril. Télles, Cristian (2020). “COVID-19 deja sin trabajo a 12.5 millones de personas en México”, El Financiero, 2 de junio. Disponible en: https://www.elfinanciero.com.mx/economia/12-millones-de-mexicanos-perdieron-su-salario-en-abril-por-suspension-laboral
10. El artículo 4° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que “En todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos. Los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral. Este principio deberá guiar el diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de las políticas públicas dirigidas a la niñez”. Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1_080520.pdf.
11. EQUIS, INTR, Red Nacional de Refugios. Las dos pandemias. Violencia contra las mujeres en México en el contexto de COVID- 19. Disponible en: https://equis.org.mx/wp-content/uploads/2020/08/informe-dospandemiasmexico.pdf
12. Delors, Jaques (1996). La educación encierra un tesoro. Informe a la Unesco de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI. Disponible en: www.unesco.org

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