Escuela 3-6. Rompiendo muros

La experiencia que se presenta tiene como objeto animar a traspasar los muros del recinto escolar con niños y niñas, a aprender conjuntamente y a tejer redes sociales con la comunidad a través de una sencilla actividad. Se propone romper muros, sobre todo aquellos muros que impiden ver la realidad del entorno, donde está la escuela, donde viven los niños, donde se está educando.

Trabajo como maestra de infantil en el colegio público Are­nas. Es una escuela rural pequeña, características que me llevaron a elegirla como destino. Sin embargo, la semilla de la que surgió esta actividad y que abrió el espacio físico de la clase tomó sustrato de otras actividades desarrolladas en otros colegios y entornos, años atrás, siendo maestra interina. Durante estos años fui descubriendo que en la sencillez y la cercanía, en la cotidianidad y en la vuelta a otras épocas educativas muy fértiles, se escondían tesoros de gran potencial pedagógico, sin importar estar en un centro grande o pequeño, rural o urbano o ser maestra del grupo de 2 o de 5 años. En cada uno de esos centros fueron abriéndose primero las puertas, luego los edificios y finalmente el entorno del patio, haciendo que la semilla germinara robusta y fuerte. Es un gran tejo cuyo ramaje se salió de la cla­se, y se salió del patio, y se salió del cole: a la calle, al barrio, al pueblo, allá donde ese curso me tocara estar.

Y en el caso de la experiencia que me dispongo a compartir, todo comenzó porque a la maestra un día se le olvidó el tentempié…

El entorno inmediato: su entorno

No creo que exista ningún documento de centro, proyecto educativo o, incluso, programación de clase, en el cual no aparezca alguna alusión al contexto del centro, su importancia, su valor… Pero ¿qué uso le damos realmente?, ¿cómo lo llevamos a la práctica? La realidad es que en contadas ocasiones solemos salir del recinto escolar a pasear por el barrio o por el pueblo. Y generalmente, cuando salimos, lo hacemos en un bus de excursión y lejos de «mi barrio». Aún siendo estas excursiones y visitas a otros espacios algo muy positivo y valioso, cabe preguntarse: ¿qué es del entorno inmediato?, ¿cómo podríamos «implementar actividades cotidianas de intervención directa» con dicho entorno inmediato? Y no me refiero solo al espacio físico en el cual viven personas, sino a muchísimo más. El entorno inmediato al colegio es un espacio educativo que se debería ocupar, visitar y relacionarse con él, dada la riqueza pedagógica y social que conlleva, sin que eso se considerase un hecho extraordinario. El lugar donde se ubica el centro escolar debería estar integrado en la vida de clase.

Y esta es la propuesta concreta que pretendo compartir por si resultara interesante e inspiradora: una vez a la semana, al menos, visitar el barrio o el pueblo, con la actividad «El Tentempié».

La idea de esta actividad ¿cómo surgió?

El Tentempié surge de la introducción en los centros educativos de Cantabria de las jornadas continuas de 9 a 14 h (que para gran parte de los niños de infantil y primaria son mucho más que esas cinco horas lectivas, ya que se les añade la acogida, el comedor y las extraescolares, convirtiendo su jornada educativa en una jornada mucho más larga).

Esta nueva jornada nos llevó a adaptarnos a un nuevo horario en el que debíamos tomar algo a media mañana y fue origen, en muchos centros, de incidir de manera directa en hábitos saludables, introduciendo pequeños proyectos sobre la importancia de la fruta, por ejemplo. Comenzaban también entonces de manera experimental los grupos de 2 años en los colegios públicos, y quise participar de dicha experiencia. Esto abrió un sinfín de posibilidades (además de las ya comentadas sobre los hábitos saludables, que ya se consideraban educativas), y supuso la posibilidad de traspasar los muros del colegio con la «excusa» del tentempié, algo que es el retorno a otro tipo de escuela, a la de antaño, y que considero que pronto también se valorará como pedagógico e imprescindible, pues afortunadamente son cada vez más las escuelas con experiencias de este tipo o similares en las que la mayor parte de la jornada lectiva se desarrolla al aire libre.

En los grupos de 2 años, aún dando orientaciones a las familias sobre diversas ideas acerca de qué traer de tentempié –fruta variada, yogur, pequeños bocadillos de «pan de verdad», frutos secos…–, algunas veces no respondían, por múltiples causas: aparecía, por ejemplo, la bollería industrial, y otras veces se convertían en una monotonía, como si de una tabla dietética se tratase –lunes-plátano, martes-manzana, miércoles-bebible…–. Así que pensé que era una buena idea hacer de este «trámite» de tomar algo a media mañana una actividad con esencia en sí misma.

La propuesta: ¿se puede llevar a la práctica?

En una reunión de ciclo: «Compañeras, ¡idea!: ¿Por qué no hacemos la actividad de El Ten­tem­pié? Si a media mañana tienen que tomar algo de alimento, ¿qué os parece si, además de orientar las familias hacia una alimentación saludable, damos un paso más y favorecemos que tomen unos alimentos que normalmente no probarían en su entorno familiar? Podría­mos poner un día a la semana en el que no trajeran tentempié. Ese día sería el de las celebraciones, cuando las hubiera –un cumpleaños de alguien del grupo, por ejemplo–, y cotidianamente sería el día en que las propuestas de alimentos las hiciéramos el equipo educativo, llevándolos nosotras a clase y animándolos a probarlo. ¿Y si además fuéramos a comprarlo con los niños y las niñas?» «Pero, ¡si son treinta y seis y solo tienen dos años! ¡Y esto es una ciudad!» A pesar de las primeras dudas e inseguridades, así lo hicimos.

No siempre las actividades diferentes y poco habituales como esta son acogidas por unanimidad en el ciclo, pero lo bueno es que no hace falta que todas las personas hagan las mismas actividades. A lo mejor solo es otra compañera quien se anima, o no se anima nadie pero pueden echarte una mano para llevarla a cabo con tu grupo o… tampoco, pero ¡no hay que preocuparse! Las familias siempre estarán ahí, y generalmente muy receptivas hacia este tipo de iniciativas.

«¡No hay tentempié!»

Hoy la asamblea del grupo de 3 años comienza con esta noticia que da la maestra, y que es acogida con reacciones variopintas: «Ya, porque hay cumple», dice Rodrigo. «Hoy no hay cumple, es mentira que se te haya olvidado», añade Manuel. «Pues yo sí he traído», se oye tímidamente la voz de Mónica. «Pues hoy no había que traer», le replica Laura G. Y barullo moderado sobre un hecho tan inesperado: la maestra (que «lo sabe todo», que es «infalible», que es «la que manda»…) no se ha acordado de traer el tentempié –desayuno, almuerzo…– para la clase.

El tentempié se toma a media mañana y lo habitual en los centros es que se utilice parte del rato de recreo para tomarlo. La propuesta es planificar el tentempié como una actividad más dentro del horario:

• Incluir en la pga el tentempié como actividad pedagógica y solicitar autorización para todo el curso de salidas al entorno inmediato. Desarrollar hábitos saludables y conocer el entorno inmediato yendo a comprar o tomar el tentempié, con todo lo que esto conlleva: por una parte, el desarrollo de la propia actividad –planificarla, organizarse, distribuir tareas…–, y por otra la interacción con el entorno físico y humano –otras personas del centro, familiares, vecindario…

• Incluir el tentempié en la programación de aula: la elección del día de la semana y la reserva de dinero para las compras y otros gastos.

• El día de la semana en que no hay que traer tentempié: lo más habitual suele ser elegir el viernes, pues también es el día de las excursiones o eventos extraordinarios –celebración de cumples, por ejemplo–. Sin embargo, conviene tener en cuenta criterios prácticos e interesantes que apoyen nuestra actividad, como puede ser el horario del resto de maestros que puedan acompañarnos.

• Destinar parte del dinero de clase a la compra del tentempié, al igual que ya destinamos parte de este dinero a salidas didácticas, como visitas a museos.

«Efectivamente», dice la maestra, «¡los miércoles no traemos tentempié! Lo traigo yo, aunque a veces no lo recordáis y hoy soy yo la que no lo recordó». Gran algarabía y risas y comentarios de que la profe está «chaveta» se oyen por la clase. «Las maestras también nos equivocamos y olvidamos cosas», pero a veces también tenemos buenas ocurrencias.

Esta es una forma de introducir la actividad, pero puede ser «un olvido de la maestra» o un papel de ofertas de la tienda cercana que esté en el correo postal del cole o cualquier otra disculpa. Que este día sea el elegido para el «No Tentempié» requiere por parte de niños y niñas anticipación y memorización: un día de la semana concreto no hay que traer nada de casa. El hecho de que haya casos en que lo olviden (al principio son sus familias en realidad quienes lo olvidan) también nos da otras posibilidades para desarrollar actividades paralelas.

La maestra interviene en la algarabía: «¡Reíros, pero yo tengo hambre y no hemos solucionado este problema. ¿Qué hacemos?» «¡Ah! ¡Ya sé! Nos comemos lo de Mónica», exclama Manuel. «Vale», replica la maestra, «Pero solo si Mónica está de acuerdo».

Surgen así las oportunidades: si Mónica está de acuerdo en repartirlo… ¿Qué es lo que trajo?, ¿habrá suficiente?, ¿cuántos cachos hacemos del plátano?, ¿cuántos somos? Pero, a veces, no se está de acuerdo en repartirlo o, aunque se estuviese, la verdad es que somos mucha gente, la comida para repartir es escasa y seguiríamos con hambre.

«Vamos donde Tino y allí hay más», grita Rodrigo. «Pero… ¿tú crees que nos lo va a dar y ya está?», exclama la maestra. «Vale, pues vamos.» «No podemos. Hace falta dinero», asegura con sensatez Amaya.

Donde Tino es la forma de referirse en el pueblo al bar-tienda de toda la vida, lugar en el que Rodrigo y muchos otros niños y niñas están en sus ratos de no-cole. Además, hay más lugares en el pueblo donde acudir a comprar, y ahí comienza el debate sobre adónde ir. «Podemos ir a la frutería.» «Que no solo tiene fruta», puntualiza alguien, porque hay varias personas del grupo que exclaman: «¡Fruta no, fruta no, fruta no!».

Es el momento de organizar y planificar nuestras acciones si queremos comer algo: las listas.

• ¿Toda la clase puede comer de todo? Decidimos qué comprar.

• ¿Dónde vamos a comprar? Elegimos un lugar de compra para esa salida.

• ¿Cuánto costará? Hacemos hipótesis.

• ¿Quién lleva el dinero? ¿Quién paga? ¿Quién trae la compra? Repartimos tareas.

• ¿Llevamos bolsas? ¿Cuántas? ¿De qué tamaño? ¿De tela o de plástico? Charlamos sobre consumo responsable y respeto al medio ambiente.

• ¿Cómo vamos? Sueltos, en parejas, tríos… Hablamos de educación vial: aceras, carreteras, chalecos reflectantes…

• ¿Qué tiempo hace? ¿Necesitamos la chaqueta, gorro o paraguas? Observamos el tiempo atmosférico.

• ¿Vamos toda la clase o solo una delegación? Hablamos sobre la seguridad en la calle, si va toda la clase o si va solo una delegación, hipótesis sobre cuánto tiempo tardaremos en ir (¡¿y en volver?!).

Y todo ello nos lleva a que podamos estar toda la mañana preparando la salida a la compra, a veces, de pan y queso, por ejemplo. Por tanto, a veces decidiremos hacer esta planificación días antes de la compra y emplear ese día exclusivamente para la acción de comprar, en ocasiones porque la vida escolar tiene tiempos concretos y hay días de compra que se solapan con otras actividades de centro y en otras porque podemos aprovechar y desarrollar nuestra capacidad de recordar, memorizar, comprender las decisiones del grupo en días anteriores.

Hoy es viernes en el grupo de 5 años y la maestra a primera hora les dice: «Como es viernes…». Sin dejarla terminar, algunas niñas y niños gritan: «¡Nos vamos a comprar!». Son­riendo, la maestra exclama: «¡Claro! No hay cumple, no he traído productos típicos de mis viajes para el tentempié, nadie ha traído nada para compartir ni tentempié ni nada y…». Hugo interrumpe la disertación de la maestra: «Sí, Nico ha traído que yo lo he visto». Y Nico dice: «Sí, ha sido mi abuela». Se le olvidó que hoy no hay tentempié. La profe responde: «Pero Nico, eres tú el que tienes que recordarlo, no la abuela». Y toda la clase, incluido Nico, nos reímos.

«¿Dónde toca ir hoy? ¿A la frutería o al bar de Tino?» Gabriel en voz bajita dice «A la frutería». Mauro nos asegura que es cierto y que la última vez fuimos donde Tino. «También hay una tienda nueva que es de carne», apunta Laura G. La profe tiene sus dudas sobre esta nueva tienda, que desconoce, porque no vive en el pueblo. «¿Habrá algo ahí para tentempié?» Manuel, con emoción, trae recuerdos a la clase: «Sí, si usamos nuestra cocina, la que usamos para las
castañas y los huevos».

En clase, con los años, hemos ido adquiriendo material de cocina, generalmente por donaciones de las familias. Entre otros, una placa individual de inducción eléctrica. La alusión de Manu se refiere a la Magosta –celebración otoñal en Cantabria–, en que cocimos castañas, y a cuando celebramos Easter –con los típicos huevos de Pascua–, que hicimos un temático de huevos: cocidos y en tortilla.

«¡Hay que decidir dónde y qué compraremos, que se nos echa el tiempo encima!», apremia la maestra. Finalmente decidimos ir a la frutería y comprar pan y embutido allí porque no teníamos muy claro si en el sitio de la carne venderían algo que pudiésemos tomar sin cocinarlo, aunque Andrea aseguraba que ella ya había ido con mamá y que estaba todo buenísimo. Nos acompaña la profe de inglés, que nos ha regalado diez minutos de su clase.

Dado que nuestro centro está en proceso de ser bilingüe, propuse a la maestra de inglés que nos acompañara. De este modo introducimos la lengua extranjera en contextos cotidianos, además de servir de apoyo a la actividad de El Tentempié, ya que coincide en su horario semanal. De esta forma además conseguimos ampliar el tiempo de la actividad y pudimos hacer el recorrido por las diversas tiendas e investigar nuestras hipótesis sobre la nueva carnicería del pueblo.

Hemos elegido cómo ir a la compra: en parejas y con quien queramos, no serán las parejas de tareas como en otras ocasiones. Y de paso que vamos a la frutería indagaremos sobre la tienda nueva a ver qué venden. En nuestro trayecto a las tiendas, hemos saludado y charlado con quien nos encontrábamos, hemos visto las obras, hemos cruzado y esperado a las parejas que caminan más despacio, y hemos disfrutado de la acción de caminar, concretamente caminar sin prisa, observando y paseando. Al llegar a nuestro destino, justo antes de entrar, leemos un cartel en la tienda nueva que indica que es una carnicería. Entramos en la frutería, pero no cabe toda la clase, así que nos colocamos en una fila que requiere escucharnos mucho mucho, pues cada pareja tiene su tarea asignada. Saludamos, elegimos, pedimos y… ¡solo tiene pan! ¿Sabrá la frutera si en la carnicería nos venderán el producto que necesitamos y ella no tiene?

Tenemos una relación de confianza con la frutera y es muy amiga nuestra desde que una vez, con el grupo de 3 años, compramos galletas, no nos llegó el dinero para pagar y decidió fiarnos. Volvimos otro día a saldar las deudas y le llevamos un regalo muy especial en agradecimiento, obsequio que preparamos en clase con nuestras propias manos: una galleta gigante que aún luce, orgullosa, en su frutería.

Esta salida estuvo llena de sorpresas: la frutera al comprar el pan nos regaló fresas. El
carnicero, que finalmente tenía embutido y no había que cocinarlo, nos regaló mandarinas de su mandarino, y ¡no nos cobró la compra! Y como hacía un día tan estupendo nos quedamos en la plazuela del pueblo que hay de camino a la escuela a tomar el tentempié. La abuela de Rodrigo se asomó y nos lavó las fresas y de paso nos invitó a ver la huerta del abuelo. Más mandarinas y una clase magistral del abuelo de Rodri. ¡Y además apareció la alcaldesa! Aprovechamos para pedirle cosas, como arreglos en la clase.

Su entorno: una puerta abierta al mundo

Explorar su entorno inmediato, el que recorren cada día para ir a la escuela –a pie, en bici, auto o bus– y que supone prácticamente todo su universo vital hasta el momento, y el hecho de que vivan este tipo de experiencias en él, les permite a su vez sentar las bases para incentivar el interés por conocer a otras personas, sus culturas, sus lugares de origen, e incentivar la curiosidad por viajar más lejos y ampliar su conocimiento.

Así, en diversas ocasiones nos hemos ido a tomar el tentempié a una cantera recuperada, hoy reconvertida en rocódromo, donde encontramos escalando personas de otros lugares. Pudimos preguntarles e investigar sobre su lugar de nacimiento, sobre montañas que están en otros países y habían escalado…

En otras ocasiones, dando un paseo por la mies y haciendo el tentempié campestre, hemos recogido leyendas e historias mitológicas de Cantabria, algunas de las cuales, según nos contaron, son muy parecidas a las de Asturias. Y así descubrimos conexiones culturales con otras comunidades del Cantábrico.

Hay veces en las que hemos vuelto a clase a preparar algo de cocina rápida con lo que hemos comprado. Así, hemos hecho brochetas con frutas, que se toman en Centro Amé­rica; bocatas en plan el bufet libre que ponen en los hoteles (según nos contó alguien de clase, que lo ha visto cuando viaja con su familia) o hemos montado un restaurante con camareros y hemos hecho un brunch como en Londres. Algo que nos encantó fue untar pan con aceite, como nos enseñaron en la escuela de medio ambiente. O a veces, sin ir a comprar, hemos repartido entre toda la clase los restos de tentempiés de cumpleaños. Una vez hubo un tentempié escaso en cantidad y aprovechamos para charlar sobre los campamentos saharauis en Argelia.

No todo siempre son alegrías en estas actividades: también han habido lágrimas. Hemos aprendido a sobrellevar la frustración ante situaciones en que, por ejemplo, no había los yogures de la marca que yo tomo en mi casa, o no había el mismo sabor para toda la clase. ¿Qué hacemos?, ¿probamos cosas nuevas?, ¿lo intentamos?, ¿cedo yo y no me tomo el yogur del sabor que me gusta más o ceden las demás personas?

Un aula asamblearia: aprender a tomar decisiones tomándolas

No solo consumimos en una tienda, sino que consumimos en una tienda local, con lo que ello representa –sostenibilidad, cuestiones sociales de una comunidad que se enriquece con el intercambio de forma no solo económica sino afectiva–, y ocupamos el espacio público, conociendo el medio natural y sus posibilidades. Preparamos nuestra propia comida de manera autónoma y organizada, pues establecimos parejas de tareas para poder ser más eficientes y eficaces. Y rotamos en dichas tareas, para que todos nos ocupemos de todo. Así pues, tras tomar los tentempiés en el aula, toca fregar y limpiar, tarea para la pareja de limpieza. La pareja de intendencia fueron quienes tuvieron la responsabilidad de llevar las bolsas de tela para traer la compra y la pareja de comunicación escrita y oral fue la encargada de hacer la lista de la compra.

La asignación de tareas por parejas también se utiliza en el día a día del grupo, además de para la actividad de El Tentempié. Decidir estas tareas por parejas fue fruto de muchos debates que tuvimos cuando estábamos en las clases de 3 y 4 años, ya que llegamos a la conclusión de que había que organizarse, porque toda la clase haciendo todo a la vez no funcionaba.

En el transcurso de estos tres años, a medida que hemos ido creciendo, se han ido ampliando las actividades alrededor de El Tentempié. En este proceso, cada quien ha tenido su papel: los niños y las niñas hablando, sugiriendo, opinando…, y la maestra escuchando y cuestionando, hasta llegar a la toma de decisiones en equipo.

Estos son algunos ejemplos de estas actividades:

• Escribir en la pizarra la lista de la compra, transcribir la estimación del precio y la lista a papel, organizar la salida.

• Hacer una hipótesis sobre el precio, y sobre la cifra total de la compra cuando era más de un alimento…

• Desarrollar tareas del comité de habilidades sociales: saludar, saber preguntar, contestar…

• Transcribir en el ordenador recetas de cocina.

• Coordinarnos con la persona responsable de huerta y hacer un estudio de las frutas de temporada.

• Hacer llamadas telefónicas para encargar en la tienda productos típicos (Proyecto de Cantabria).

Para terminar, considero que es inmensamente importante para la educación de nuestros niños y niñas que nos compliquemos un poquito la vida. Este curso, además, dando otra vuelta de tuercas, invitamos a las familias a juntarse en parejas y a ir a comprar el material escolar que había que reponer a fin de curso, lo que hizo que tuvieran que ingeniárselas para localizarse, quedar, decidir…, y que sus hijos fueran protagonistas de la acción de comprar.

Valoración de la experiencia

Nuestras vivencias con esta actividad, pese a ser sencilla y fácil de desarrollar, pienso que son altamente satisfactorias y muy educativas, por lo que desde aquí aprovecho para animar a cualquiera a plantearla en cualquier escuela, por muy urbana que sea, pues deja huella y propicia un sano desarrollo de distintas capacidades en las criaturas, en todos los ámbitos. Y no solo en el educando, sino que también deja marca en las maestras y en el barrio con el que interactuamos. La valoración de la familia y de las gentes del pueblo también ha sido muy positiva. Nos han invitado a ver sus huertos, nos han regalado bebidas en un día de calor, hasta nos han regalado la compra cuando ha sido chiquita. Y además hemos compartido sonrisas en las calles y en la comunidad.

No se trata de una actividad extravagante ni excesivamente compleja, sino que puede ser accesible a cualquier maestra que le resulte atractiva y que se proponga llevarla a cabo, independientemente de su situación laboral o del entorno en el que se encuentre. Puede resultar más difícil si tienes que moverte por la ciudad con veinticinco niños y niñas, y si estás sola, pero, bueno, con imaginación y voluntad siempre hay soluciones, como algunas que hemos mostrado.

Esther Sánchez Pablos, maestra de Educación Infantil en la escuela pública Colegio Arenas, Escobedo de Camargo, Cantabria. Las «voces» transcritas son de los niños y niñas del grupo de Caballos y Yeguas.

 

 

 

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