Experiencias. Inclusión de los niños y niñas con necesidades educativas especiales

Hoy va de visibilizar, de dar cabida, de naturalizar, de sostener, de encontrar herramientas funcionales, de abrazar la diferencia y de persistir en que las necesidades de cada ser humano son únicas y distantes entre sí.

Hoy va de poner sobre la mesa las diversas casuísticas que se abordan en las clases y de cómo se crea la heterogeneidad de los grupos, cómo la transitamos los adultos que estamos en ellos y qué capacidad como sistema tenemos de acompañar en la diferencia. Hoy va de mostrar que somos conscientes de ello y que somos vulnerables todos, aquellos a los que les acompaña una etiqueta en formato diagnóstico y aquellos que entramos dentro del saco de la «normalidad».

La etapa 0-3 es un periodo fundamental en el desarrollo de los infantes y, cada vez más y gracias a la lucha por visibilizar la importancia de la escolarización en esta etapa, muchas familias deciden confiar en la escuela infantil como contexto de bienestar, de conciliación y sobre todo de aprendizaje para las criaturas. En el 2002 empecé a trabajar como educadora en escuelas infantiles 0-3. Mi pasión por esta etapa ha hecho que durante mi recorrido la viva desde diferentes puntos y perspectivas: como educadora, como maestra, acompañando a familias en grupos de crianza, talleres, en asesoramiento familiar a través del coaching y ahora como psicopedagoga, observando, detectando y acompañando en relación con las necesidades de los infantes y también de sus adultos de referencia.

Si echamos la vista atrás, hace un tiempo los casos de necesidades educativas especiales eran aislados y, ciertamente, no existía el volumen de criaturas con necesidades educativas especiales que tenemos en la actualidad en cada grupo, o quizás no teníamos la información suficiente para la detección de dificultades no tan obvias y que ahora abordamos como casos. La sensación que se respiraba, en general, era que los grupos los componían -como ahora- alumnos «neurotípicos», con casuísticas diversas, dificultades varias y contextos desiguales, pero con un «desarrollo óptimo» y más o menos común y regular en todos ellos (teniendo en cuenta las diferencias de ritmos evolutivos).

Esta es una conversación que emerge muy a menudo con familias, maestras y personas conocidas que estamos involucradas en esta etapa y que vemos a diario que la cantidad de casos en edades tempranas se va disparando curso tras curso.

En Catalunya, según el Decreto vigente 150/2021, se considera una necesidad educativa especial el decalaje que se produce entre las capacidades del niño o la niña y las exigencias del contexto educativo y que afecta significativamente en el desarrollo y en el aprendizaje.
Los alumnos con NESE (“necessitats específiques de suport educatiu”) son aquellos que requieren, durante un periodo o durante toda la escolarización, determinados soportes y atenciones educativas específicas derivadas de:

• Discapacidad física
• Retraso madurativo
• Discapacidad intelectual
• Discapacidad sensorial -visual y auditiva-
• TEA, trastorno del espectro autista
• Trastorno grave de conducta
• Trastorno mental o emocional
• Enfermedades degenerativas graves y minoritarias
• Necesidades educativas de tipo social

Teniendo en cuenta esta información, planteémonos diversas preguntas:

• ¿Está el sistema educativo preparado para acoger la diversidad que se nos está presentando?
• ¿Estamos las profesionales preparadas para abordar los retos que se nos plantean con los infantes a los que acompañamos?
• ¿Qué recursos podemos ofrecer desde las escuelas para acompañar las necesidades que nos encontramos día a día?

Se sobreentiende que es una cuestión relacionada con la evolución del ser humano. El cerebro y la naturaleza del infante debe ser la misma o más evolucionada que décadas atrás. De hecho, está comprobado que la tendencia de la humanidad es la evolución en todos los niveles. Así que partimos de la base que contamos con las mismas criaturas, con habilidades iguales o superiores en contextos familiares similares o, incluso, con más información sobre crianza y desarrollo. Por otro lado, los centros profesionales trabajan con formación y metodologías actualizadas (muchas escuelas infantiles están poniendo toda la carne en el asador para mejorar su mirada, acompañamiento, metodología, espacios, materiales…), así que por aquí ya algo no me cuadra…

Entonces, ¿cuáles pueden ser las causas del aumento de infancia con estas necesidades específicas?

Entre otras muchas, se habla de un aumento en la formación por parte de los profesionales. Por tanto, hay más conocimientos y competencias para la detección de necesidades en la infancia, lo cual deriva en un aumento de la observación de su desarrollo y posibles dificultades, necesidades o patologías, y en su detección e intervención en edades tempranas. Así pues, a más detección, más diagnósticos.

Otra de las causas que se destaca es un deterioro en el estilo de vida, con presencia de tóxicos, descriptores endocrinos y otras sustancias dañinas que pueden estar alterando algunos procesos de desarrollo. La comunidad científica está desarrollando cada vez más técnicas de investigación que nos ofrecen más datos viables para poder entender y abordar estas situaciones.

Por otro lado, también se tienen en cuenta los cambios sociales y generacionales, que tienen que ver con el ritmo de vida o con los estilos de crianza y otros factores que están aún por investigar.

Y cabe contar también con un sistema y unas leyes que abogan por la inclusión, pero que ponen los mínimos recursos para que pueda ser de calidad, con el objeto de acoger y acompañar al pequeño con la presencia que necesita. Ello invita a las profesionales a plantearse qué están haciendo mal, cuando en realidad en la mayoría de los casos lo están haciendo lo mejor que saben con los recursos que tienen a su disposición.

Las leyes proponen tener en cuenta la atención personalizada, los ritmos y las singularidades de cada niño y niña, medidas y soportes universales para el desarrollo máximo de sus capacidades, atención precoz y planes individualizados…, y queda precioso aquí en el papel, pero, llegados a este punto, ¿cómo lo hacemos en las escuelas?

Es de juicio decir que las profesionales de la educación están cada vez más formadas e informadas sobre cómo acompañar a estos críos, y en general la sensibilidad hacia las dificultades está latente en las profesionales.

Lo que anhelamos son recursos, herramientas y estrategias específicas por dificultad para poder sostener situaciones de desregulación extrema, poner límites coherentes con las necesidades de cada niño, entender las dificultades de cada uno, estructurar el grupo y los materiales sin ser juzgadas ni presionadas por lo que las metodologías sobre juego y movimiento libre abogan y ser sostenidas emocionalmente como profesionales sensibles y capaces de acompañar a seres diferentes entre sí.

Además, a todo ello se suman aquellos pequeños que están siendo acompañados, criados y educados bajo paraguas con el mínimo de límites, orden y estructura, lo que en muchos casos deriva hacia conductas bastante disruptivas dentro de clase.

Y, como apuntaba al principio, hoy va de sumar y de compartir, de darnos anhelo y sobre todo recursos. Así que desde aquí aportamos diversas estrategias que para mí son básicas en clase y que pueden ayudarnos en el día a día con los infantes a los que acompañamos, y que, además, son útiles y funcionales para todos los niños y niñas:

• Orden y estructura en el espacio: ayuda a que se sientan seguros, a anticipar aquello que pasará; repetir algunas rutinas ayuda a la integración de habilidades y capacidades básicas.

• Materiales de todo tipo: los extremos nos separan de la naturalidad de la vida y la realidad es que tenemos criaturas que realizan acciones espectaculares con material desestructurado, pero otros que, por sus dificultades, necesitan materiales que los ayuden en operaciones cognitivas más básicas como identificar, asociar, discernir…

• Un punto de encuentro: no tratando de proponer actividades dirigidas ni obligar a nadie a nada, pero sí para propiciar un momento de conexión, de aterrizaje, de compartir, asimilar dónde y con quién están, de sentir que forman parte, de llegar a la calma…
Soporte visual: la documentación, los «pictos» o las imágenes reales de ciertas rutinas o elementos básicos de clase, les ayudan a identificar y anticiparse al momento, a desarrollar la capacidad de hacer demandas al adulto y de desarrollar también la autonomía y el lenguaje expresivo.

• Adulto de referencia: que los grupos siempre cuenten con un adulto de referencia con el que el pequeño pueda vincularse y sentirse seguro para regularse y hacer demandas que puedan satisfacer sus necesidades más básicas. En general ya se lleva a cabo en la mayoría de centros.
Grupos reducidos y propuestas en pequeño grupo: es ideal poder ofrecer tiempo de calidad a todos los críos, pero hay que tener presente que lo que marca la diferencia en la evolución de cada caso es que pueda existir una figura de referencia que lleve a cabo propuestas para reforzar el trabajo de las dificultades que presenta cada niño o niña.

Y hay algunas estrategias más, y además aún quedaría sentarse a valorar las necesidades y la evolución de cada uno de los infantes y replantear cambios teniendo en cuenta también los profesionales externos que están en contacto con las criaturas y sus familias.
Nuestro papel ahora es entender que todos sumamos y todos formamos parte de una realidad única llena de singularidades, y labrar el camino plantando en él todos los recursos y herramientas que necesitamos en este momento con la realidad que se nos plantea ahora, y haciéndolo, sobre todo, con alegría, amor e ilusión por nuestra práctica profesional.

«Nuestra diversidad es nuestra fuerza. Qué vida aburrida e inútil sería si todos fueran iguales.»
Angelina Jolie

Aránzazu Molina, psicopedagoga.

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