Una espera activa y política, que propone actividades que nos reencante con el mundo y la capacidad de transformarlo. Mientras las noticias tejen un discurso de catástrofe ambiental, desde un rinconcito de Uruguay buscamos tejer una práctica de afectividad ambiental. ¿Cómo? Desde el Proyecto Plúmula educación y naturaleza, coordinado por quien escribe, que a diferencia de la educación ambiental, se propone no enseñar SOBRE la naturaleza, sino PROMOVER espacios de aprendizaje EN y CON la naturaleza. En esta perspectiva influida por el pedagogo Freire, las educadoras son un facilitador que guía a la infancia en la construcción de su propio conocimiento, en lugar de simplemente transmitir información poniendo en un lugar de pasividad a los niños y niñas (s/p,1970).
La educación en la naturaleza: Una propuesta para la Primera Infancia en Latinoamérica
La educación en la naturaleza para la primera infancia es un conjunto de prácticas y teorías tan democráticas que según la bióloga y educadora en la naturaleza Katia Hueso: no admite ser patentada por un apellido, ni el mero lucro (2017). Esta perspectiva está ganando adeptos en todo el mundo, pero en el contexto latinoamericano, adquiere una relevancia especial. No se trata solo de un retorno a las raíces, sino de una reivindicación del derecho de la infancia a un entorno saludable y enriquecido. Esta propuesta no es únicamente didáctica, sino también política, pues se enfrenta a desafíos estructurales como la creciente violencia en las comunidades; la gentrificación del espacio urbano, la desigualdad social y la crisis ecológica.
El contacto regular con la naturaleza no solo es beneficioso, sino esencial para el desarrollo saludable de las infancias. Según Richard Louv, autor de «Last Child in the Woods: Saving Our Children from Nature-Deficit Disorder», la desconexión de los niños con el entorno natural puede contribuir a lo que él llama «trastorno por déficit de naturaleza». Louv argumenta que la falta de interacción con la naturaleza está relacionada con una variedad de problemas de salud, tanto físicos como mentales, en los niños, incluyendo el aumento de trastornos como la obesidad, la ansiedad y la depresión (Louv, 2008). Por lo tanto, fomentar la conexión de los niños y niñas con la naturaleza es fundamental para su bienestar integral.
Una de las propuestas que se generan desde este proyecto es Senderos y juego en la Naturaleza. La experiencia con los senderos ha sido sorprendente, los llevamos adelante en un Parque extenso del este de la capital Montevideana. Un parque particular porque la mayoría está compuesto por especies exóticas y otra parte más acotada de nativas. El espacio verde es amplio y el uso social suele limitarse a sentarse a tomar el clásico mate uruguayo mientras la infancia juega en una plaza citadina con muchos colores. Los juegos de este espacio hacen que no todas las edades puedan participar o que dependan de un adulto. A diferencia en los senderos las propuestas se adaptan a todas las edades y los elementos naturales del lugar adquieren un rol protagonista, no solo como escenario pasivo.
Cada sendero comienza con una dinámica para conocernos y promover la observación activa del espacio. Se le solicita a los adultos presentes limitar el uso del celular y prestar una mirada atenta a las iniciativas de los niños. A veces los senderos son guiados por una historia, con consignas de exploración, atelier de arte y un final con un espacio de juego libre, mientras con los referentes tenemos una ronda de reflexión. Tratamos de que los referentes puedan llevarse la experiencia de conectar con la infancia y la naturaleza, promoviendo el movimiento libre y la “pedagogía del riesgo”. El movimiento libre es una propuesta de Emily Pickler que evidenció las diferencias significativas en el desenvolvimiento del cuerpo de bebés que les permitían explorar sin intervenir sobre su cuerpo, al menos que corriera peligro, de aquellos infantes a los cuales les restringía el movimiento o sus referentes manejaban su cuerpo constantemente.
Paralelamente, fomentamos la creación de huertas educativas en instituciones, bajo el concepto de “reverdecer” la educación, visualizándola como un laboratorio vivo. Estas huertas, más allá de su uso tradicional para promover una alimentación saludable y sustentable, se convierten en un espacio de aprendizaje empírico. En los talleres dirigidos a equipos educativos, destacamos las cinco dimensiones fundamentales para su funcionamiento: cuidados, riego, biodiversidad, preparación del sustrato y diseño. Consideramos esencial que las infancias se involucren activamente en todas estas dimensiones. Siempre promovemos una perspectiva de la huerta que prioriza la autonomía y la apropiación por parte de las niñeces. ¿Qué sentido tiene una huerta que no puedan tocar y transformar? Es fundamental que este espacio les brinde un verdadero sentido de pertenencia y refleje la cultura de pares de la infancia, dando evidencia en su construcción estética y planificación de quienes hacen uso de ella.
Un Aula Viva
El entorno natural no es simplemente un espacio de juego; es un aula viva que fomenta el desarrollo integral de los niños y niñas. Desde una perspectiva educativa, la naturaleza ofrece innumerables oportunidades para el aprendizaje experiencial. Los niños pueden observar los ciclos de vida de las plantas y los animales, explorar diferentes texturas y formas, y desarrollar habilidades motoras gruesas y finas a través del juego al aire libre.
Las investigaciones han demostrado que el contacto regular con la naturaleza puede mejorar la salud física y mental de los niños, reducir los niveles de estrés, y aumentar la capacidad de atención y concentración. Además, el aprendizaje en la naturaleza promueve el desarrollo de habilidades sociales, ya que los niños aprenden a trabajar en equipo, a compartir y a resolver conflictos de manera pacífica.
Un Acto Político
En el contexto latinoamericano, la educación en la naturaleza se erige como un acto político de resistencia. Las ciudades de la región se caracterizan por una urbanización acelerada y, en muchos casos, desordenada, que ha llevado a la reducción de los espacios verdes y al aumento de la contaminación. Los niños y niñas de las áreas urbanas, especialmente aquellos de comunidades marginadas, usualmente tienen un acceso limitado a la naturaleza, lo que agrava las desigualdades sociales y educativas.
Incorporar la educación en la naturaleza en estas comunidades es una forma de reivindicar el derecho de los niños a un ambiente sano y estimulante. Es una respuesta a la privatización de los espacios públicos y a la mercantilización de la educación, que perpetúan la exclusión y la desigualdad. Es también una forma de resistencia ante un modelo de desarrollo que explota los recursos naturales sin considerar las necesidades de las generaciones futuras.
Conciencia Ecológica y Social
La educación en la naturaleza no solo beneficia a los niños en el presente, sino que también siembra las semillas para un futuro más sostenible y justo. Al aprender sobre la interdependencia de los seres vivos y el impacto de las actividades humanas en el medio ambiente, los niños desarrollan una conciencia ecológica desde edades tempranas. Esta conciencia es fundamental para enfrentar los desafíos ambientales del siglo XXI, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas.
Pero la educación en la naturaleza también tiene una dimensión social. Al interactuar con el entorno natural, los niños aprenden a valorar la diversidad y a respetar las diferencias. La naturaleza es un espacio inclusivo donde todos pueden participar y aprender,
independientemente de su origen socioeconómico, etnia o habilidades. Esta inclusividad es crucial en un continente marcado por profundas desigualdades y discriminaciones.
La Educación en la Naturaleza en la práctica
Implementar la educación en la naturaleza en el contexto latinoamericano requiere un enfoque flexible y adaptado a las realidades locales. No se trata de replicar modelos importados sin considerar las particularidades culturales y ambientales de la región. Por el contrario, es fundamental desarrollar propuestas pedagógicas que se nutran de los saberes y prácticas ancestrales de las comunidades indígenas y campesinas, que han convivido de manera armónica con la naturaleza durante siglos.
En la práctica, esto puede implicar la creación de huertas educativas, la organización de excursiones regulares a parques y reservas naturales, y la integración de actividades al aire libre referenciando el marco educativo de cada país. También es importante fomentar la participación de las familias y de la comunidad en general, para que la educación en la naturaleza se convierta en un proyecto colectivo, cuidado y sostenible.
Desafíos y Oportunidades
Sin embargo, la introducción de la educación en la naturaleza no está exenta de desafíos. Uno de los principales obstáculos es la falta de formación y de recursos de los docentes. Muchas maestras/os y educadoras/es no han recibido una capacitación adecuada de herramientas de educación al aire libre y pueden sentirse inseguros a la hora de llevar a los niños fuera del aula convencional.
Además, en muchas regiones, los espacios naturales están amenazados por la deforestación, la contaminación y la expansión urbana. Proteger y revitalizar estos espacios es una tarea urgente que requiere la colaboración de las autoridades, las organizaciones de la sociedad civil y las comunidades locales.
A pesar de estos desafíos, la educación en la naturaleza ofrece numerosas oportunidades. En un contexto de crisis ecológica y social, este enfoque puede contribuir a la construcción de una sociedad más justa y sostenible. Al educar a las niñeces en y sobre la naturaleza, estamos reconociendo el valor de su presente, “Si queremos que la infancia florezca(…) permitamosle amar la tierra antes de pedirles que la salven”(Sobel, 1996).
Desde Proyecto Plúmula en Uruguay, reafirmamos nuestro compromiso de difundir la Educación en la Naturaleza de manera accesible. Hemos sido testigos de cómo niños y niñas logran conectarse con sus pares y su entorno a través de actividades en la naturaleza. No existe disciplina ni competencia de los marcos curriculares que no pueda vincularse a este enfoque basado en la interacción con el entorno natural. Nos preguntamos: ¿Cómo integrar este enfoque en cada contexto educativo? ¿Cómo lograr que posibilite a cada comunidad educativa la magia, la creatividad y la transformación que la naturaleza y la infancia pueden generar? ¿Cómo reflejarlo desde la planificación de propuestas sustentadas en este enfoque metodológico?
Analía Flores
Educadora en Primera Infancia (CENFORES de INAU), estudiante en la Licenciatura en Biología Humana (Facultad de Ciencias (impacto sobre el ambiente en el desarrollo). Coordinadora del proyecto Plúmula (Uruguay).
Bibliografía
Freire, Paulo. (1970). Pedagogía del oprimido. Montevideo: Tierra Nueva.
Louv, R. (2008). Last Child in the Woods: Saving Our Children from Nature-Deficit Disorder. Chapel Hill, NC: Algonquin Books.
Hueso, K. (2017). Educar en la naturaleza. Barcelona: ARPA.
Sobel, D. (1996). Beyond Ecophobia: Reclaiming the Heart in Nature Education. Great Barrington, MA: The Orion Society.




