¿A qué jugamos? Ambientes de aprendizaje Ellos lo deciden

En mis clases de psicomotricidad, a los niños y niñas les presento «ambientes de aprendizaje». No les presento juegos. Son ellos los que van a descubrir sus propios juegos.

Para ello, esta vez dividí la clase de 3 años en dos grupos y en dos espacios o ambientes. En uno de ellos se encontraban unas cuerdas y en el otro, unos zancos.

La primera toma de contacto con las cuerdas fue más natural. Todos los niños y niñas habían visto alguna vez el material presentado en este espacio, y muchos de ellos intentaron saltar a la comba. Tras bastantes intentos, uno de ellos colocó la cuerda en el suelo y empezó a saltar de un lado al otro. Rápi­damente empezaron a imitarle y todos comenzaron a contar en voz alta las veces que podían saltar. Al cabo de un rato, una niña cogió la cuerda por un extremo y empezó a moverla pegada al suelo, simulando una serpiente. Todos los niños empezaron a pisarla para que no les «picara».

Después se pudo observar también cómo dos niñas dejaban las cuerdas en el suelo y se desplazaban encima de ellas manteniendo el equilibrio. Intervine cuando los niños empezaron a perder el interés. Les dije que íbamos a hacer el número 1 con las cuerdas y lo íbamos a recorrer. Cada niño intentó darle forma de número 1 a su cuerda. También se desarrollaron los conceptos de dentro y fuera cuando les hice un círculo grande con las cuerdas y les dije que yo era un viento muy fuerte y ellos unas hojas de otoño, y que solo estarían a salvo dentro del círculo. Ellos tenían que decir «dentro» o «fuera» según su posición.

En el otro ambiente de aprendizaje, los niños y las niñas se encontraron con un material novedoso: los zancos. Casi ninguno los había visto nunca, salvo una niña que sabía que eran para «ser más alto». Fue decirlo y todos fueron a subirse encima. Intentaban hacerlo de pie, pero perdían el equilibro, y algunos de ellos presentaban mucha frustración. Una de las niñas tuvo la idea de sentarse en el banco para poder poner sus pies en los zancos de forma correcta, y en seguida todos imitaron la iniciativa al observar que, efectivamente, daba resultado. Al rato dos niños se sentaron y empezaron a tocar los zancos a modo de tambor. Uno de ellos se lo colgó del cuello por la cuerda y tocó mientras caminaba. Intervine para decirles que escucharan y observaran cómo el sonido del zanco que estaba apoyado en el banco era diferente al sonido del del niño que iba tocándolo de pie.

Así fue como una vez más pude comprobar que el material, casi sin intervención del maestro, ofrece a niños y niñas multitud de experiencias, habilidades y aprendizajes.

Ana M.ª Manzano, maestra de educación física del CEIP Macías Picavea (Valladolid).

 

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