Escuela 3-6. Los educadores son figurantes en el bienestar de los niños

Los educadores no están en la lista de las cosas que hacen felices a los niños y las niñas. Los escondrijos secretos, el sol en las hojas de los árboles y jugar con los amigos tienen más que ver con su bienestar. ¿Qué pueden aprender de esto los educadores? Una tesis doctoral ofrece una propuesta.

«Pero, un momento: ¿dónde están los educadores?» Esto es lo que pensó Anette Boye Koch, profesora en el Jydsk Pædagog Semi­na­rium de la via University College, al mirar unas fotografías hechas por unos niños de las cosas que los hacen felices.

En el trabajo de doctorado Cuando los niños se sienten bien en la escuela infantil, usó el recurso de las fotografías para hablar con ellos sobre su bienestar. En un momento dado, se dio cuenta de que los educadores no aparecían en las imágenes. Los niños y las niñas habían hecho fotos de cosas muy diversas. Las fotos mostraban los espacios donde jugaban o sus escondrijos secretos –incluso lugares considerados peligrosos por los adultos–. En resumen, los escenarios donde juegan con los amigos. A menudo eran ubicaciones que los educadores no consideraban lugares adecuados donde jugar, como un tronco, donde los niños decían que cocinaban, o las mesas de pícnic, donde una niña jugaba al hospital veterinario.

«Los niños destacan los lugares donde se lo han pasado bien jugando con los amigos. Al preguntarles, descubrimos que los educadores no son determinantes para sus experiencias cotidianas de felicidad activas y positivas», explica la autora.

Anette Boye Koch opina que la ausencia de los educadores en las fotos que niños y niñas relacionan con su bienestar puede ser indicativa de muchas cosas. Quizá los educadores se tendrían que centrar en actividades pedagógicas que satisfagan otras necesidades y en los niños y las niñas que no se sienten bien en la escuela. «Quizá los educadores también tendrían que ser más conscientes de las cosas que pasan paralelamente a las actividades que ofrecen a los niños. La atención se focaliza mucho más en el papel de los educadores que en las relaciones que se establecen entre ellos. Los educadores podrían fijarse más en las relaciones entre los niños y de este modo observar qué es lo que hace que se sientan bien», afirma.

Motivos de reflexión

Anette Boye Koch no acostumbra a sentirse satisfecha del resultado de sus investigaciones, sino que más bien prefiere que sirvan de motivo para la reflexión: «No pido que las investigaciones que he hecho se repitan en las escuelas infantiles de toda Dinamarca, pero las descripciones que hago quizá pueden llevar a los educadores a pensar sobre el papel que tienen en el bienestar de los niños», señala.

Annete Boye Koch propone, entre otras cosas, que los educadores tomen conciencia de cuáles son sus valores y de si estos valores se adecuan al discurso educativo predominante. «Los valores de los educadores hablan de niños felices y confiados, que se sienten bien. Quizá se tendrían que explicitar estos valores, puesto que pueden hacer visible aquello que aprenden en comunidades y en los juegos que realizan en sus espacios secretos o preferidos», afirma la autora.

La vida en el submundo

La interpretación que hace Annete Boye Koch de las fotografías que han hecho los niños y las niñas es que se encuentran bien en la «vida en el submundo». Son felices haciendo «equilibrios al límite». Al margen de las muchas actividades que proponen los educadores, los niños se desafían a sí mismos y a los otros respecto de lo que está permitido y lo que no lo está, y de lo que pueden y lo que no pueden hacer. Se ponen a prueba en relación con las expectativas y exigencias, y esto lo hacen junto con otros niños.

La capacidad de hacer equilibrios al límite es una cualidad muy reconocida entre los niños y las niñas. Al desarrollar esta actividad, a la vez que hacen lo que tienen que hacer, desafían exigencias y expectativas. Por esta razón, «quizá convendría que los educadores les otorgaran un espacio para la osadía, ya que esto hace que ganen puntos dentro de la comunidad infantil y los ayuda a forjarse una identidad social», señala la autora.

En su submundo, niños y niñas intentan quitar el control a los adultos. Pueden enfrentarse con los adultos, por ejemplo, subiéndose a un tobogán, aunque lo rodee una cinta roja que indique que están haciendo reparaciones.

«Los niños me explicaron que son felices si hacen algo que saben que no está permitido y, a pesar de esto, se atreven a hacerlo. Se ponen a prueba de manera constante y son muy creativos en sus intentos de tomar el control. Si no quieren participar en alguna actividad, seguro que encuentran la manera de evitarlo. Si la estrategia les sale bien, tienen la sensación de controlar. Y esto los hace sentir bien», afirma.

De forma que el bienestar es mucho más complejo para los niños y las niñas que para los educadores, continúa Anette Boye Koch, puesto que, a la vez que han de relacionarse con el ideal que tienen los educadores de niño armónico y feliz, tienen que procurar no quedar excluidos de la comunidad controlada por los adultos. Y, simultáneamente, tienen que ser activos en el submundo, donde las cosas que son importantes y dan estatus son otras.

Hacer fotos

La autora sugiere que, si los educadores quieren saber más cosas sobre el bienestar de los niños, tendrán que pedirles que hagan fotos de las cosas que los hacen felices y hablar entre todos.

En su trabajo de campo, además de la ausencia de educadores, saltaba a la vista que los únicos adultos que salían en las fotos eran un auxiliar de sexo masculino, que jugaba y actuaba como si fuera un niño más, y un educador de música que solo iba a la escuela una hora cada quince días.

«Los educadores aprenderían mucho sobre el significado infantil de bienestar si se fijaran en qué es lo que saben hacer los auxiliares y qué hace felices a los niños. Me encantaría seguir investigando sobre el tema», afirma la autora.

Con gran sorpresa de Anette Boye Koch, los niños y las niñas también hacían fotos puramente estéticas: de la luz que pasa entre las hojas de un árbol o de huellas curiosas en la arena. La naturaleza está muy presente en las fotos: «Como adulta no reconocí los motivos estéticos en un primer momento, pero cuando los niños dijeron «sí, es una mesa de café hecha de oro» y «me hace feliz», lo comprendí», afirma.

Los niños y las niñas felices se sienten bien

Según la ley danesa de educación infantil, los educadores son responsables del bienestar de los niños y las niñas. Y los mismos educadores valoran mucho el bienestar, igual que el conjunto de la sociedad. Lo que pasa es que muchas veces el bienestar va detrás de otras cosas, como aprendizaje y bienestar, salud y bienestar, sin que nadie haya hecho una propuesta sobre cómo contribuir al bienestar de unos niños completamente normales, valora la autora.

«Los educadores saben muchas cosas sobre el malestar, y allá acaban las conversaciones cuando hablamos del concepto de bienestar. Opté por observar unos niños completamente normales y saludables que se encontraban bien en escuelas totalmente normales. Si tenemos una descripción de lo que es el bienestar en una escuela infantil, sabremos hacia dónde tenemos que ir, también con los niños que no se encuentran del todo bien allí», afirma.

El bienestar es un concepto del día a día para los educadores y forma parte de su «conocimiento oculto», opina Anette Boye Koch. Por eso también ha preguntado a los educadores qué entienden por el bienestar del niño y cómo trabajan para conseguirlo. Ante todo, los educadores señalan la felicidad del niño como la expresión de su bienestar. «El niño feliz aparece destacado en todas las entrevistas. La felicidad interesa mucho a los educadores. Creo que es una particularidad de Dinamarca considerar que, si los niños son felices, se sienten bien», escribe Boye Koch.

Los educadores ven el bienestar

En las respuestas de los educadores se repetía mucho que ellos perciben, detectan, el bienestar. Todos los educadores aseguraban a Anette Boye Koch que sabían leer el lenguaje corporal de los niños: cuando llegan por la mañana de buen humor, cuando saltan o gritan o cuando van acelerados. «Los educadores ven el bienestar de los niños con su “detector”. Intuyen y hacen uso de su experiencia. Esto quiere decir que trabajar con su bienestar no será un acto cognitivo, sino que saber si se encuentran a gusto o no será una capacidad física. Esta es también la razón por la cual a los educadores les cuesta verbalizar su comportamiento en relación con el bienestar de los niños», afirma.

El debate, actualmente, versa sobre el ser o el devenir (being/becoming), y aquí surge la pregunta sobre el bienestar. El bienestar es, en gran medida, un being, es decir, tener buenas experiencias en el presente, el crecimiento y el desarrollo, opina Anette Boye Koch. «La fuerza de los educadores consiste en trabajar corporalmente, influir sobre los hábitos y desarrollar el capital social. Por eso, quizá se tendrían que centrar en contribuir a que los niños fueran “alguien” en lugar de “algo”», afirma.

Cuando los niños y las niñas se encuentran bien en la escuela infantil

En relación con su tesis de doctorado, Cuando los niños se encuentran bien en el parvulario, Anette Boye Koch realizó observaciones etno­grá­ficas durante dos meses en una escuela infantil de una ciudad grande, de provincias, en Dinamarca. El estudio combina, además, entrevistas hechas a educadores con entrevistas hechas a niños y niñas a partir de fotografías obra de los propios niños y niñas. También hizo un estudio a partir de cuestionarios sobre el bienestar de los niños de 5 años en 43 escuelas infantiles. El proyecto cuenta con el apoyo del bupl (sindicado de los educadores de preescolar en Dinamarca).

El estudio

Los educadores usan principalmente su «detector» para captar las señales de felicidad y bienestar, y usan técnicas de observación especiales para saber si los niños y las niñas se encuentran bien o no.

• El ideal del niño que se siente bien es el niño feliz y armónico.

• Los niños y las niñas son felices en la escuela infantil cuando están con sus amigos, cuando juegan, cuando se construyen una identidad y cuando tienen vivencias estéticas.

• Los adultos son figurantes en el proyecto de bienestar propio de los niños. En la escuela infantil, cuando los niños y las niñas hacen fotos de aquello que los hace felices, los adultos aparecen poco en las imágenes. La felicidad es, sobre todo, un proyecto personal de cada niño.

• A niños y niñas les gusta experimentar y enfrentarse con los adultos.

• Los niños y las niñas crean su submundo particular, paralelo a las actividades guiadas por los adultos.

• El bienestar de los niños se crea entre ellos, en la medida en que participan en actividades propias y durante la actividad propuesta por los educadores.

• Los niños y las niñas que se sienten bien son aquellos que saben establecer un equilibrio entre las expectativas de los adultos y las del grupo.

• Los adultos no están exentos de importancia. El bienestar de los niños y las niñas está estrechamente relacionado con la comunidad para la cual los adultos establecen el marco.

• Los adultos pueden consolar, resolver conflictos y ayudar a aquellos niños que lo necesiten.

• Los adultos son condición de posibilidad del bienestar.

Vibeke Bye Jensen, periodista.Artículo traducido de Børn & Unge, núm. 1 (año 2013), www.bupl.dk/forskning

 

 

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