Educar de 0 a 6 años. Vivir al aire libre

El derecho del niño a disfrutar del juego y de la vida al aire libre ya fue recogido por pedagogos como Fröbel. En Dinamarca, y en otros muchos países del norte de Europa, estar al aire libre forma parte de los proyectos educativos de las escuelas. El autor nos acerca a esta realidad, al derecho de vivir al aire libre.

Voy a centrarme en el estar al aire libre y en lo que podríamos denominar «actividades de construcción». También hablaré de las escuelas para niños de 3 a 6 años que están situadas en el bosque y sobre otros proyectos al aire libre.

Esta idea de trabajar al aire libre es muy interesante, y cuando preparaba este texto me preguntaba de qué idea de trabajo al aire libre querríais que hablara. Porque también la calle es aire libre, aunque hay mucha contaminación y resulta peligroso para los niños y las niñas. Y cuando sales al exterior tienes la idea que quizás hay más libertad, pero, si te pones a mirar en la calle, te das cuenta que hay señales y normas por todas partes, sobre todo en las ciudades.

El concepto romántico de la naturaleza se ha desarrollado en Dinamarca, y también en toda Europa: apunta que la naturaleza es maravillosa, es saludable y que es bueno estar allí. Hemos ido creando unas ciertas maneras de «hacer» naturaleza. En el mundo del arte hay un periodo de descubrimiento de este sentimiento romántico. Por ejemplo, en Dinamarca había pintores que descubrían el nuevo ser humano en la naturaleza. Era un niño desnudo corriendo hacia el mar. En mi país tenemos muchos ejemplos y estoy seguro que en la historia del arte español también. Los ideales de Gaudí sobre cómo construir la naturaleza que encontramos en el Parc Güell son también un muy buen ejemplo de creación de una idea romántica de naturaleza.

Y los niños y la niñas a veces no encajan en esta idea. Porque la naturaleza y un niño como el que veis en la imagen que acompaña este texto no acaban de funcionar. Y esta es una de las contradicciones que tendremos.

Así pues, por un lado tenemos la idea de un niño muy formal que deberemos disciplinar, que irá bien limpio de la mañana a la noche, y por otro lado tenemos la idea que un niño es naturaleza por sí mismo, cosa que consideramos un valor. Y, de hecho, no ocurre solo con los niños y las niñas: los adultos también sufrimos esta contradicción. La naturaleza es fantástica, pero a veces es maravilloso comprarse unos zapatos nuevos, y no son naturales; de hecho, son muy artificiales.

Veamos ahora qué implica esto para la manera como entendemos los centros educativos en Dinamarca. Miraré de explicar brevemente los tipos de centro que hay, para que se entienda a qué nos referimos.

Siguiendo a Fröbel, en Dinamarca hemos tenido lo que denominamos «jardines de infancia», para niños de 3 a 6 años. Fue el primer tipo de centro que existió en Dinamarca y todavía existen. Después se crearon escuelas de 0 a 3. Y también tenemos centros para niños de 6 a 14 años, «centros de actividades de construcción», que son centros para después de la escuela. Los niños y niñas de 6 a 14 van a la escuela por la mañana y después asisten a estos centros. También hay lo que denominamos «espacios de tiempo libre», después del horario escolar, destinado a niños y niñas de 6 a 14 años. Y cada vez más van surgiendo nuevos espacios para niños y niñas de 0 a 14 años, con la idea de integrar diferentes edades. Las escuelas infantiles en el bosque forman parte también de esta realidad danesa.

En la década de 1970 se crearon muchos de estos servicios. Y han tenido mucha influencia en la manera como entendemos los centros, porque la idea de integración de diferentes edades implica que niños y niñas están todos juntos, sin «clases» como las de otros muchos países. Algunos de estos centros son de 0 a 6 años, y en Dinamarca se debate constantemente sobre si este tipo de centros pertenecen al sistema escolar o si son parte de la familia, entendiendo que toman valores e ideas de organización de la familia, y no solo la referencia del sistema escolar.

Y dentro de todo este abanico de centros trabaja el «pedagogo», que no es un maestro –en Dinamarca no hablamos de maestros, sino de «pedagogos»–. Hemos establecido una profesión que en Dinamarca es muy numerosa, más que la de los maestros, y que nos diferencia de otros países.

Hasta aquí, una breve pincelada para entender cuál es su estructura.

El primer centro de «actividades de construcción» se estableció el 1943 en un pueblo cerca de Copenhague. Todavía estábamos en guerra. Pero existía la idea de que era importante crear entornos para los niños y las niñas donde se pudieran encontrar y hacer cosas juntos después de la escuela. De hecho, fueron unos arquitectos, junto con unos pedagogos, quienes tuvieron la idea. Lo que los niños tenían que hacer era construir sus casas con materiales baratos que se pudieran encontrar o conseguir fácilmente. Este tipo de centros se hicieron muy populares en todo el país. Eran muy interesantes. En zonas muy pobres, de repente, encontrabas un lugar así, que era como un oasis, con mucha vida, muchos animales… Se hallaban en medio de la ciudad, no en el campo, pero con la idea de traer el campo a la ciudad. Destacaban por sus actividades de construcción y también por la presencia de hogueras. Nunca encuentras un espacio de este tipo sin hogueras, y con niños y niñas que juegan, y también muchos animales.

Podemos pensar que, en un entorno así, a los niños las niñas les pueden pasar muchas cosas, pero cuando aprenden a vivir de esta manera y es muy raro que haya algún accidente. Siempre me sorprende cuando vienen americanos en Dinamarca y ven estos centros de actividades de construcción. No hace tantos años que ellos atravesaban su país a caballo, pero ahora ven esto y comentan que «Nosotros no haríamos nunca una cosa así, porque es demasiado peligroso, y tendríamos un montón de abogados en las puertas de los centros preguntando a las familias si quieren presentar alguna denuncia».

En 1959 se creó la Sociedad Danesa para el Fomento del Juego. Todavía existe y plantea una serie de ideas sobre qué tipo de espacios necesitan los niños. Ellos participan en la creación de estos espacios, pensados para que puedan estar activos, en vez de usar unas máquinas que utilizan un rato y las abandonan sin que se note su paso. En estos espacios es al revés: lo importante es que los niños y las niñas creen el espacio.

Haber tenido estos centros desde 1943 nos permite proclamar que no «es demasiado peligroso que los niños y niñas jueguen con fuego». Hace medio siglo que lo hacemos y todo el mundo sabe que pueden hacerlo si se dan las circunstancias adecuadas.

Sociedad Danesa para el Fomento del Juego (1959)

Creada con el objetivo de trabajar para mejorar las oportunidades de juego de los niños, jóvenes y adultos.
El objetivo es dar forma e inspirar la creación de:

  • Espacios de juego que garanticen el derecho del niño a jugar.
  • Espacios de juego que fomenten la actividad y el desarrollo del niño.
  • Espacios de juego que permitan el desarrollo de la imaginación y la experimentación.
  • Espacios de juego que posibiliten a los niños y las niñas jugar activamente con y en la naturaleza.
  • Espacios de juego que refuercen la convivencia y las experiencias entre niños, jóvenes y adultos.

Otro tipo de centro son las escuelas ubicadas en el bosque destinadas a niños y niñas de 3 a 6 años. Hace casi veinte años vi el primer centro en el bosque. Me quedé un par de días. Una experiencia fantástica.

Había un autobús que era del centro o, más bien, era el centro mismo. Allí tenían todo lo que les hacía falta para salir. Por la mañana, el autobús recogía a los niños y las niñas en la ciudad. Una de las pedagogas conducía el autobús. La mayoría de veces iban a un bosque cerca del mar, pero, si les apetecía, cambiaban de sitio. Una vez a la semana, me parece que los jueves, los acompañaban también los niños de una escuela de 0 a 3 años.

Hay distintos modelos de escuelas en el bosque. Cerca de mi ciudad, Aarhus, hay una en la que salen al bosque también en autobús desde el centro de la ciudad, y allí tienen una casita. Normalmente consta de dos grupos de veinte niños, un total de cuarenta niños. Cada grupo va a un lugar. El autobús los acompaña y los deja allí. El recorrido no es muy largo, tres o cuatro kilómetros. Evi­den­temente, es necesario que los niños y las niñas hayan aprendido a estar en el bosque, y tienen que llevarse también la comida que necesitarán durante el día. Conocen muy bien la zona, así que cuando llegan ya saben perfectamente adónde ir, corren y se suben a los árboles.

Estar con estos niños y niñas, observar cómo van de aquí para allá, la seguridad de movimiento que demuestran, es fantástico. Hacen equilibrios, y cuando están allí enseguida descubren maneras para ponerse a prueba. Y encuentran nuevas formas de moverse.

Otros parvularios no van en autobús, sino que son las familias las que llevan a los niños y las niñas. Tienen una casita, pero raramente están dentro. Evidentemente, estos centros funcionan todo el año. Quizás cierran algunos días o algunas semanas, pero el resto del año están abiertos. Y allí se pueden hacer muchas cosas, incluso con nieve. Como siempre, cuentan con su hoguera. Y permiten observar todos los cambios que se van produciendo a lo largo de las estaciones, una gran experiencia para los niños y las niñas.

Una niña que tiene una enfermedad alérgica a muchas cosas, aquí se sube a un árbol. En la escuela convencional donde solía ir pasaba el ochenta por ciento de los días enferma, pero al aire libre no ha vuelto a enfermar. También permite disponer de bicicletas, buenas para favorecer el equilibrio.

Los niños usan navajas. Está claro que es peligroso y que hay que ir con mucho cuidado, pero en el bosque se aprenden este tipo de cosas. Y a los niños y niñas les encanta ser capaces de usarlas.

La investigadora noruega Ellen Beate Sandseters, después de observar el juego peligroso, ha llegado a la conclusión que es muy importante que jueguen a ello. De hecho, si no les ofrecemos esta posibilidad, entonces tenemos un problema. Subirse a los árboles es una actividad muy buena y, según mi experiencia, está claro que los niños y las niñas nunca van más allá de lo que son capaces de hacer, siempre que estén acostumbrados. Cuando no están acostumbrados es cuando hacen tonterías. Ser consciente de los propios límites es muy importante, tanto para los niños como para nosotros.

¿Qué entendemos por juego peligroso?

Según las investigaciones realizadas por Ellen Beate Sandseters, las actividades que los niños y los adultos perciben como peligrosas son las que están relacionadas con:

  1. La altura (escalar, hacer equilibrios o saltar desde lugares elevados).
  2. La velocidad (lanzarse en trineo, ir en bicicleta o patinar).
  3. El uso de herramientas peligrosas (cuchillos, hachas o fósforos)
  4. Las condiciones de peligro (fuego o aguas profundas).
  5. Los juegos de lucha.
  6. Salir solo de expedición y… quizás perderse.

Con todo, son precisamente el tipo de juegos que los niños y niñas prefieren.

Al hablar de juegos peligrosos, nos vienen a la cabeza imágenes donde se han eliminado todas las cosas peligrosas. Por alguna razón, pensamos que esto es lo mejor para los niños y las niñas. Es muy difícil entender por qué en Dinamarca y en la mayoría de países de Europa mantenemos a los niños dentro de estas salas y pensamos que es lo mejor para ellos.

Históricamente ha habido muchas personas –Fröbel, Rousseau…– que han hablado de la importancia de estar al aire libre. No son ideas exclusivamente danesas, sino que forman parte de la historia del pensamiento pedagógico. Pero en Dinamarca hemos tenido mucha suerte de haberlo aplicado y de contar con la voluntad política de establecerlo.

También hay centros, escuelas 0-3 y 3-6, que se han unido y han alquilado algún espacio donde tienen pequeños huertos y van una vez a la semana con los pedagogos a pasar el día. Allí también encuentran animales, toda una experiencia para los niños y niñas.

Todas estas experiencias han influido en los centros «normales». Quizás hayan llegado rumores de que ponemos a los niños muy pequeños a dormir en el exterior, también en invierno. Esta idea de estar en la naturaleza es tan potente, que los sacamos al exterior siempre que la temperatura no sea inferior a diez bajo cero. Evidentemente, van muy abrigados y no pasan frío, pero la idea que esto les hace bien es muy danesa.

Aunque el jardín sea muy pequeño, incluye todos los elementos para que los niños y niñas puedan jugar con la tierra, ensuciarse… Ensu­ciar­se es un valor positivo en las escuelas infantiles, y también para las familias. Un día que llovía mucho me encontré con que todos los niños estaban fuera, jugando con el agua. Está claro que hay que ir equipado para experiencias como esta. Pero, en lugar de hacer entrar a los niños, se les dejaba estar a fuera, experimentando con la lluvia, jugando con la lluvia. Se lo pasaban pipa.

No siempre llueve en Dinamarca, a veces también hace sol, y puede hacer calor, una oportunidad para estar fuera con los niños de otra manera.

Paso de Dinamarca a Gràcia, en Barcelona. Este es uno de los lugares más importantes del mundo para mí. Tengo entre 5.000 y 6.000 fotos de la plaza Rius i Taulet, porque es muy interesante la manera como los niños y niñas utilizan este espacio. Un día estaba haciendo fotos y vi que pasaba algo que llamaba la atención de los niños. Fui a ver qué ocurría: estaban haciendo un fuego. Había decenas de personas en la plaza, y nadie lo veía. Una señora se percató, y yo también. Y la mujer hacía cara de decir: «Bien, ¿dónde están los padres de estas criaturas? ¿Qué tenemos que hacer?». Y era evidente que los niños y niñas estaban un poco asustados por lo que habían hecho, así que echaron un poco de agua y apagaron el fuego. Entonces estuvieron discutiendo mucho sobre lo que había pasado, sobre por qué el fuego se había descontrolado tanto. Estuvieron diez minutos haciendo la evaluación. Está claro que los niños y las niñas hacen cosas peligrosas, pero lo que tenemos que hacer es crear entornos donde puedan hacerlas.

Tuve la suerte de hacer mi trabajo de campo en Barcelona, en el centro de Sílvia Majoral, y aprendí muchas cosas. Para resumir, lo más sorprendente para mí fue la facilidad con la que Sílvia y yo nos comunicábamos sobre estas cosas; básicamente, estábamos de acuerdo sobre casi todo. Y no hubo nada sobre lo que pudiera decir «Ah, esto es porque yo soy danés y ella es española». Fue interesante darnos cuenta de que teníamos unos valores básicos comunes sobre pedagogía, y fue muy importante para mí poder afirmar, cuando presenté el trabajo, que estos valores no son valores daneses, sino que son valores compartidos y que los podemos descubrir juntos. Quizás nosotros hemos tenido más oportunidades de desarrollarlos que vosotros, pero, ¿veis?, Sílvia ha encontrado un pequeño espacio para hacer un huerto con los niños y las niñas. Y, entre los árboles, encontraron una salamandra que estaba muerta, pero intentamos ponerla al sol para ver si revivía.

Es necesario permitir a los niños y niñas utilizar las posibilidades que se presentan, dentro y fuera de la escuela, y por eso a menudo íbamos al parque del lado para que los niños jugaran.

Si compartimos unos valores comunes, ¿por qué no desarrollamos estas posibilidades?

Claus Jensen, del sindicato de Dinamarca BUPL -Sindicato Danés de la Primera Infancia y Educadores de Jóvenes. Intervención en el Congreso Internacional de Educación Infantil:
El derecho a la educación que queremos, julio de 2012.

 

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