Escuela 3-6. Acogiéndonos y vinculándonos de nuevo

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En el inicio de un curso tan especial como el que estábamos a punto de iniciar, veíamos, como maestras, la necesidad de acoger emocionalmente a los niños y las niñas. Tras varios meses sin contacto, y después de haber vivido experiencias tan diversas en torno a la pandemia y el confinamiento, la intensidad del reencuentro una vez pasado el verano iba a ser aún mayor que cualquier otro año.

La dinámica de «las tres puertas», conocida a través de una formación específica para abordar este curso, es una herramienta que nos ayudó a ello (el llamado «Pro­yec­to hormigas», del cual hablamos más adelante). La primera parte conectaba directamente con nuestro proyecto del «Diario de cuarentena», y es por ello que la llevamos a cabo durante el mes de septiembre, encarando el trabajo de las distintas fases que componen la dinámica de esta emoherramienta.*

En marzo de 2019 nuestras vidas sufren un parón repentino, por el que en principio íbamos a pasar dos semanas confinados, y nuestro trabajo presencial se convierte en un trabajo a distancia. Surgen nuestras dudas sobre cómo poder acompañar a nuestros niños y niñas en estas circunstancias, y somos conscientes de que se trata de un trabajo que ahora hemos de desarrollar a través de las familias.

El punto de inflexión en nuestra labor docente fue este momento de crisis en el cual nos vimos perdidas en una inestabilidad total, en la que nos vimos forzadas a enviar actividades sí o sí a las familias, sin tener un sentido real, y sin terminar de sentirnos cómodas haciendo un trabajo así, puesto que no entendíamos que de esta forma estuviésemos llegando realmente a nuestros niños y niñas. Esta crisis fue superándose gracias a ponentes como Francesco Tonucci o Mar Romera,** quienes nos guiaban hacia ese trabajo contextualizado y con un sentido profundo. Todo esto coincidió con la llegada a nuestras manos de un documento (entre la multitud de archivos y documentos que recibíamos en esos días a través de distintas redes sociales) con el cual empezamos a encontrar el hilo conductor de nuestro trabajo, tal y como nosotras lo sentimos y vivimos.

Este documento en cuestión fue un diario de cuarentena en el cual había diversas propuestas para realizar en casa en torno a distintos ámbitos: emocional, artístico, etc. Nosotras lo cogimos como base y lo convertimos en una propuesta abierta en la que utilizar las situaciones reales del día a día en casa para relatar esas vivencias personales, aprovechándolas para dar sentido a los distintos aprendizajes y para poder llegar a acompañar realmente a nuestros niños y niñas desde el punto de vista emocional. Se trataba de aprovechar la vida cotidiana, sin necesidad de cargar con actividades sueltas y descontextualizadas a las familias (las cuales estaban viviendo situaciones varias y difíciles en muchos casos: teletrabajo y cuidado de la infancia, junto con la ansiedad del confinamiento, los miedos de la situación pandémica…), y sin obligar a los niños y niñas a realizar unas actividades faltas de significado en esos momentos, validando las experiencias cotidianas. Su experiencia diaria era entonces el hilo conductor de los aprendizajes que a esta edad pueden ir adquiriendo.

Por ejemplo, cocinar en casa se convertía en todo un taller donde había aprendizajes globalizados: experimentación artística, matemática, lingüística, etc., favoreciendo además la autonomía, las relaciones y los lazos entre los miembros de la familia, así como el trabajo colaborativo.

Además, este diario de cuarentena nos serviría para, en septiembre, poder cerrar el ciclo del curso de 3 años de forma presencial y con un sentido para los niños y niñas. Sería el punto de arranque desde el que iniciar el nuevo curso.

A pesar de haber encontrado el sentido a nuestro trabajo en esta situación tan especial, no sabíamos muy bien cómo encauzarlo en el inicio de curso. Fue gracias a la formación «Proyecto Hormigas»,*** junto a Kamy Mateo y Montse Vila, cuando encontramos la manera de enlazar lo vivido durante esos meses y ese inicio de curso tan especial; con ella encontrábamos la respuesta a lo emocional y podíamos llegar a conocer las cosas que habían vivido los niños y niñas. Se generó un ambiente de acogida muy tranquilo y relajado, donde se atendió lo duro y complicado de ese tiempo de confinamiento, y se produjeron encuentros sentidos con los niños y niñas, validando lo que habían vivido y sus emociones, y reencontrándonos y reconociéndonos de nuevo (habían pasado demasiados meses, y todos habíamos cambiado…). Al ser el primer año de cole, justo se interrumpió la actividad presencial en el momento en que ya nos conocíamos, nos habíamos adaptado y se comenzaban a soltar más, a relacionarse más relajadamente; así, el parón llegó y nos distanció físicamente. Seguimos teniendo contacto, siempre a través de las familias, indirectamente, y cuando era de forma directa, mediante la pantalla.

Previamente a la incorporación de los niños y niñas a las clases, enviamos un cuestionario a las familias, en el cual quisimos recoger información sobre su situación, cómo se encontraban emocionalmente sus hijos (miedos, inseguridades, durante el tiempo transcurrido y ante el inicio del nuevo curso, que no iba a ser nada convencional), o los recursos familiares con los que contarían ante un nuevo confinamiento (horarios, disponibilidad, dispositivos informáticos mediante los cuales mantener el contacto, etc.).

Una vez recogida esta información, afrontamos el inicio del curso, recibimos a los niños con sus diarios de cuarentena e iniciamos la dinámica de las tres puertas, comenzando con la puerta del pasado.

Diarios de cuarentena.

Desde nuestro punto de vista, para poder afrontar el presente, e incluso el futuro, era importante revisar juntos el pasado. Se trataba de mirar atrás durante unos momentos, el tiempo justo para validar lo vivido y lo sentido durante ese confinamiento, sin quedarnos estancados en esas emociones y vivencias, sino para avanzar desde ahí e ir construyendo nuestro día a día.

Cada uno trajo consigo su diario de cuarentena, que en algunos casos se alargaba hasta el momento actual, y compartió con los demás sus experiencias, sus miedos, sus circunstancias… Nuestro trabajo en esos momentos fue acoger todas y cada una de las emociones, ponerles nombre y validarlas, de forma que los niños y niñas consiguiesen sentirse escuchados y acompañados.

Algunos de los testimonios de los niños y niñas quedaron recogidos en dichos diarios. Por ejemplo, Álex, de 4 años, recuerda entre los mejores momentos vividos sus ganas de salir a la calle e ir en bici a los escarabajos (una zona del barrio) y «ver a Lucas y decirle hola desde lejos».
Otro ejemplo es el de Lucas, de 4 años, que lo primero que quería hacer al terminar el confinamiento era «visitar a toda nuestra familia porque este tiempo no hemos podido vernos, solo a través de videollamadas con el teléfono móvil».

También Maider, de 4 años, recuerda que le gustaba mucho «jugar con papá y mamá a bebés».
Y Natalia, de 4 años, se acuerda de sus emociones a lo largo del encierro: «Me sentía triste, con un poco de miedo, a veces enfadada, otras contenta, alegre y relajada.»

Algunas familias, también, nos transmitieron a través de sus diarios su testimonio acerca de ese periodo de tiempo: «Al final a nuestro peque le ha venido de perlas este confinamiento… Y no hay mal que por bien no venga, hemos disfrutado muchísimo de él y él espero que de nosotras también.»

Las tres puertas.

A partir de ahí, pasamos página, cerramos el ciclo, que quedó como atrapado en el tiempo: recogimos trabajos y carpetas del curso anterior, terminamos proyectos inacabados, revisamos los diarios de cuarentena y lo realizado en ese periodo, dimos las gracias al pasado por las cosas positivas que nos quedaron de todo aquello, y dimos por finalizada aquella etapa de nuestra vida. Con todo ello, nos sentimos fortalecidos y con valor suficiente para mirar al futuro con seguridad y confianza.

Al atravesar la puerta del presente, nos centramos en los cambios que estábamos viviendo en esos momentos: la nueva normalidad en clase, junto con las nuevas rutinas, hábitos, cambios en el funcionamiento y la organización de los grupos, las ausencias y los nuevos compañeros y compañeras, etc. También comenzamos el trabajo de habitar nuestro nuevo espacio de 4 años, establecer los nuevos rincones, designar y decorar nuestros espacios personales… para empezar a sentir el espacio como nuestro. Cerramos este apartado con nuestros proyectos presentes y agradeciendo o manifestando lo que nos gusta de esta nueva normalidad.

Por último, trabajamos con la puerta del futuro realizando actividades de cohesión de grupo que nos acercasen más a todos, y para que, en caso de que tuviésemos que pasar algún periodo de clase confinados, recordásemos que somos parte de la clase. La idea era enfatizar que «somos un equipo unido que comenzó a conocerse el curso anterior, con un pasado que vivió la experiencia de hacerse grupo; cohesionado, un grupo donde todas las partes son necesarias; resiliente, que ha superado la separación temporal pese a las dificultades».

También llevamos a cabo la dinámica de «nuestro círculo», mediante la cual, con un simple ovillo de lana, construimos el círculo que nos vincula como grupo. Puede parecer algo frágil, pero nada más lejos de la realidad… este hilo conforma un fuerte sentimiento de pertenencia que no se romperá fácilmente. Este círculo lo formamos entre todos y todas. Cada uno de nosotros es necesario para completarlo; al cortar el hilo en tantos trocitos como miembros del grupo, nos damos cuenta de ello. Si en un futuro nos viésemos obligados a dejar de reunirnos aquí, en nuestro espacio, en nuestro cole, cada uno de nosotros se llevaría a su casa un trocito de nuestro círculo. De esta forma seguiríamos sintiéndonos parte de este, nuestro equipo.


Cada uno representa en un dibujo aquello que recuerda con mucho cariño de todo lo vivido durante la cuarentena, y con ello preparamos un mural de agradecimiento al pasado.

Cada uno hace un dibujo de aquello que más le gusta del ahora que estamos viviendo, y con algunos de ellos hacemos un mural de agradecimiento al momento presente.
Realizando el marco de lana y panel expositor con los marcos del grupo.


Panel expositor con los marcos del grupo.

Con todo este trabajo, llevado a cabo en el mes de septiembre, dimos respuesta a lo vivido y como maestras nos sentimos reconfortadas dando sentido a las necesidades de nuestros niños y niñas y acompañándolos en esta vivencia.

Itziar Arriazu, María Auza y Esther San Juan,
maestras de Educación Infantil en el cpeip
Hermanas Úriz Pi de Sarriguren.

Bibliografía
* Emoherramientas: Montse Vila: especialista en gestión emocional, escritora y técnica en Educación infantil, formada en mediación familiar, brain gym, risoterapia, mindfulness, facilitadora de disciplina positiva para familias, aulas y primera infancia.
** Francesco Tonucci y Mar Romera, «Por una buena escuela en tiempo de coronavirus». Charla a través de Integratek.
*** Proyecto Hormigas; Kamy Mateo y Montse Vila: formación organizada para preparar la acogida de los niños y niñas en el inicio de curso 2020-2021.

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