Historia de la educación. Las escuelas al aire libre en Barcelona

A finales del siglo XIX y principios del XX, surgieron prácticas educativas innovadoras en todo el mundo.

Se crearon escuelas nuevas, racionalistas, en oposición a la educación tradicional: científicas, antiautoritarias, laicas, coeducativas, sin libros de texto ni exámenes, ni premios y castigos… Escuelas en las que se daba gran importancia al entorno físico y social, la higiene y el juego. Aparecieron en Europa (Bélgica, Suiza, Países Bajos y Portugal) y en América (México, Uruguay, Argentina y Brasil) y EUA.

En Barcelona, se consideró que la educación y la estética estaban estrechamente relacionadas. Por ello, se diseñó un plan de cultura en el cual Manuel Ainaud, pedagogo, y Josep Goday, arquitecto, unieron sus ideas. Se crearon escuelas como “palacios”, con aulas amplias, luminosas y ventiladas; con ornamentos, estanques, jardines… y material adecuado para la aplicación de las nuevas metodologías.

Junto con estos edificios se creó el modelo de escuelas al aire libre, que había ido apareciendo en la Europa de entreguerras.

En Cataluña fue notable la aportación de la pedagoga Rosa Sensat que, en 1914, inició la primera escuela pública al aire libre adscrita a las ideas de la Nueva Escuela

Este tipo de escuelas nacieron con la llegada de una nueva corriente pedagógica que se preocupaba por solucionar la falta de salud e higiene de muchos de los niños1 que se aglomeraban en las grandes ciudades y vivían en malas condiciones.

La mayoría de las clases se impartían al aire libre. La expresión corporal y la música tenían un papel importante. Al principio, se crearon tres escuelas municipales en Barcelona: la del Bosc (1914), la del Mar (1921) y Vil·la Joana (1921) Esta última para niños con problemas conductuales o sensoriales.

Se pretendía que las escuelas recordaran a una casa, que estuvieran elevadas sobre el nivel del mar y que tuvieran buenas vistas. Por ello se construyeron en la periferia de la ciudad, se escogieron sitios frescos y aireados, generalmente en alguna ladera protegida del viento. Se solía elegir un bosque o un parque público con árboles abundantes.

La orientación adecuada era de este a sureste para conseguir una mayor exposición solar.

La decoración buscaba despertar en el niño el sentimiento artístico. Las aulas, muy soleadas y ventiladas, solo se utilizaban en días de frío o lluvia.

En un principio, estas escuelas estaban pensadas para alumnos con pocos recursos, con problemas de salud o retrasos en su desarrollo físico. Por ello había un pediatra en cada escuela. Posteriormente, se abrieron para todos.

Eran totalmente gratuitas. El Ayuntamiento proporcionaba los alimentos, el material, el transporte, las batas…

Tal como especifica Jordi García en su artículo2, hace falta situar esta política educativa bajo la influencia de la fisiología, que se ocupaba del desarrollo de los niños. También habría que tener en cuenta que el Ayuntamiento entonces no tenía competencias para crear escuelas de enseñanza, pero sí escuelas de educación especial.

De todas formas, su objetivo no era solo el cuidado y la higiene, sino que fueron centros educativos comprometidos con la renovación pedagógica, muy diferentes al resto de escuelas de la misma época.

La escuela del Guinardó (1923) (antes llamada escuela del Bosc) era una de estas escuelas. Se inauguró hace 100 años. La idea principal era que los pabellones sirvieran sólo de refugio en caso de mal tiempo. Se aprovechó el desnivel de la montaña para construir dos plantas en cada pabellón. La planta superior era para clases de cultura general y la de abajo para clases de arte, duchas… El número de pabellones iba creciendo dependiendo de la demanda y del dinero disponible. Había un tercer pabellón con los servicios de cocina y comedor.

La primera directora había sido discípula de Rosa Sensat y seguía sus principios pedagógicos: la globalización de la enseñanza, el alumno como centro del sistema educativo, el respeto a su personalidad y sus derechos, la importancia de la vida en contacto con la naturaleza, la adaptación de la escuela al niño y su preparación para la vida a través del juego, la necesidad de aprender responsabilidades de la vida real.

Se buscaba una escuela amable, acogedora, un lugar para vivir y aprender, para disfrutar… Se intuía la influencia de las ideas de Rousseau. Se consideraba al mismo nivel la enseñanza de lecciones que el aprendizaje de labores de la vida doméstica. Todo se consideraba educativo, también los tiempos de las comidas.

Los temas se trataban a partir de centros de interés que surgían en las conversaciones con los alumnos y en la observación directa. A partir de ello se iba organizando y ampliando el pensamiento.

Se introdujo el dibujo como lenguaje expresivo, no como mera copia, tal como se había hecho hasta entonces. La escritura, la danza y la música también tenían un papel importante.

A lo largo de los años estas escuelas fueron cambiando, hubo dos dictaduras, la guerra civil…

Ahora son escuelas incorporadas a la red pública de la ciudad.

Las maestras que actualmente trabajan en ellas desconocen a veces su origen y su proyecto pedagógico inicial.

Tuve la suerte de poder escuchar a una alumna (de la época republicana) de estas escuelas.

¡Me pareció tan extraño! Sus recuerdos, sus vivencias eran mucho más estimulantes, ricas e innovadoras que la mayoría de las propuestas educativas actuales.

Al sufrir la pandemia del COVID, algunos de los que trabajamos en estas escuelas, entendimos mejor el valor de tener una escuela al aire libre, rodeada de árboles, fuentes y terrazas.

El hecho de no poder compartir el espacio interior con las familias, nos pareció que limitaría el contacto que habíamos tenido hasta entonces. Se nos ocurrió ampliar los ambientes de juego y montar algunos en el exterior. Nuestras aulas tienen acceso directo a una gran terraza. Allí las familias podían despedirse tranquilamente de sus hijos, contarles algún cuento, introducirles en algún juego, incluso montar partidos de baloncesto.

Ganamos espacios más amplios que, a su vez, permitían a los niños moverse más.

Las asambleas que organizábamos después del juego también las hacíamos fuera y era estimulante ver las estelas de los aviones que parecía que rasgaran el cielo o los pájaros que venían a comer las migajas de nuestros desayunos. Podíamos conversar sobre todos los descubrimientos que observábamos.

Tampoco podíamos compartir el patio con otros grupos como hacíamos anteriormente, pero esta fue la causa para ir al parque y al bosque más a menudo.

Cuando la epidemia pasó, nos quedó una “nueva” manera de usar el espacio exterior.

Nos hicieron falta 100 años y una pandemia para redescubrirlo.

Sílvia Majoral
Maestra de Educación Infantil

NOTAS:
1. En todo el texto el uso del masculino genérico se guía por las directrices de la gramática de la RAE: “Uso del género masculino en nombres animados para hacer referencia a individuos de uno u otro sexo. El masculino es el género no marcado.”

2. García Farrero, Jordi: “L’escola del Bosc” Revista Perspectiva escolar 422. Enero- abril 2024. Rosa Sensat

Bibliografía
Wiquipedia: Ajuntament de Barcelona. Institut d’educació: Escola Municipal Parc del Guinardó 75 anys (1923-1998)

Majoral Sílvia: “Curiosa evolució”. Revista Infància 240. Mayo-junio 21´Rosa Sensat

García Farrero, Jordi: “L’escola del Bosc” Revista Perspectiva escolar 422. Enero- abril 2024. Rosa Sensat

Manifesta 15 Barcelona Metropolitana 2024. “Fora per fer escola” Prácticas radicales desde las pedagogías catalanas.

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