El auge del neofascismo es el síntoma. El capitalismo es la enfermedad. Capitalismo o vida. Capitalismo o bien común. No hay neutralidad posible. Dos modelos educativos avanzan a nivel mundial en direcciones opuestas y tenemos que optar.
No hay neutralidad posible.
Educación como inversión y bien privado
El primero es el que se deriva de la progresiva imposición del neoliberalismo a escala mundial, y viene avalado por las directrices de los organismos supranacionales, como el Banco Mundial, el FMI, la OMC y la UE. Este modelo parte de la base de que la educación es un bien individual y su valor es básicamente económico y que, por lo tanto, debe estar sujeto a las leyes del mercado, como cualquier otra mercancía.
La educación, así entendida, pasa a estar al servicio de la economía en su doble vertiente:
- Por un lado, debe ser “adaptada” a las necesidades de las empresas y del mundo laboral y,
- Por otro, debe ser “rentable”, o sea, gestionada con criterios empresariales y ser susceptible de negocio privado.
Son las personas individuales, interesadas en ello, las que deben “invertir” en educación, con lo que se convierten en los nuevos “clientes”, con derecho a elegir y a exigir resultados satisfactorios que rentabilicen su “inversión” de forma “eficaz”: más resultados con menos recursos.
Una buena escuela es la que tiene resultados en PISA y en rankings. Es el modelo que alienta una pedagogía del egoísmo neoliberal, base y sustrato del neofascismo social que emerge actualmente y que estamos viendo que se extiende como un virus, una peste que decía el filósofo Camús, desde Meloni en Italia, Abascal en España o Milei en Argentina.
Es el modelo que alienta una pedagogía del egoísmo neoliberal, base y sustrato del neofascismo social que emerge actualmente y que estamos viendo que se extiende como un virus.l
No tenemos más que constatarlo en las propuestas del ganador de las elecciones en Argentina, el neofascista libertariano Javier Milei, que sostiene que la justicia social solo produce déficit fiscal, que los impuestos son una forma de esclavitud, que se debe legalizar la venta de órganos e incluso de hijos pues cada uno debe disponer libremente de su propiedad, que el cambio climático es una mentira del socialismo o que los ciudadanos deberían poder llevar armas por la calle. Que hay que suprimir la educación pública y dar un “vouchers” a las familias para que ellas mismas elijan el colegio o institución en la cual estudiar.
Educación como bien común y derecho social
El otro modelo considera que la educación es un derecho universal y un bien común al que todos los ciudadanos han de acceder y que la comunidad social (a través de sus instituciones y administraciones) tiene el deber de garantizar en condiciones de igualdad. Este modelo considera que la educación es un factor de desarrollo personal, pero también de convivencia colectiva, de emancipación social y de justicia internacional y una de las herramientas para hacer posible una sociedad cohesionada, inclusiva y justa.
Dicho modelo se enmarca en todas las tradiciones que defienden una escuela pública, laica e inclusiva, que ofrezca una verdadera igualdad de oportunidades y justicia de resultados y que trate de formar personas con capacidad para vivir y participar en una sociedad democrática para transformar el planeta en un mundo más habitable y mejor. Y centra su preocupación en buscar los contenidos, valores y metodologías acordes con ello, vinculadas a una educación crítica e radicalmente inclusiva.
El gran debate, pues, se refiere al futuro de nuestra educación: ¿hacia cuál de estos dos modelos queremos avanzar?
Nos educan en la pedagogía de la obediencia al sistema
El teórico marxista Antonio Gramsci decía que, si controlan nuestra mente, nuestro corazón y nuestras manos serán suyos. Pasado el tiempo de conquista por la fuerza, llega el control a través persuasión. El capitalismo se ha dado cuenta de que la ‘McDonalización’ es más profunda y duradera cuando el dominado es inconsciente de serlo. De hecho, todo imperio que quiere perdurar lo que pretende es “domesticar las almas”.
No nos hemos “convertido” al neoliberalismo espontáneamente. Ha sido preciso instalar mecanismos de educación del “espíritu” para convertirnos en clase aspiracional. Como decía Margaret Tatcher: quiero un país de propietarios y no de proletarios. Esos mecanismos educativos, que impregnan todo el sistema educativo, son mecanismos de “libre consentimiento” que exigen la participación activa de los propios involucrados. Se nos educa para “elegir libremente”, incluso desear pertenecer al sistema. Se trata incluso de que cada persona se involucre activamente en la “explotación de sí mismo” (sea una persona emprendedora).
La batalla cultural neoliberal
Pero no tenemos que mirar solo lo que hace la derecha extrema y la extrema derecha. El gran problema de fondo y uno de los factores claves del auge del neofascismo actual es que la socialdemocracia, y la denominada “izquierda” parlamentaria en general, ha asumido el relato neoliberal. El capitalismo ha ganado la “batalla cultural” forjando un “sentido común” que asume un programa de medidas similares en todo el mundo: plan de choque de recortes masivos en lo social para el rearme militar; demolición de servicios públicos; privatización de bienes colectivos; cuestionamiento y despido de funcionarios públicos; eliminación de restricciones a corporaciones y oligarcas; expulsión de migrantes; destrucción de regulaciones que protegen a la clase trabajadora, a las personas vulnerables y al ecosistema y al planeta en general; apoyo a los propietarios contra los inquilinos; criminalización de la protesta pacífica; restricción del derecho a la huelga; incluso consideración de los derechos laborales como violación de las libertades; etc., etc.
En el campo educativo está avanzando en el mismo sentido: promoción de la educación concertada y justificación de la misma (como parte del “servicio público”), impulso del cheque escolar, inacción ante el PIN parental contra contenidos de educación afectivo sexual, memoria histórica o igualdad, pero sobre todo y especialmente la educación a las futuras generaciones en contenidos y valores ligados al triunfo individual, el emprendimiento, la meritocracia, la cultura del esfuerzo, la sumisión a la autoridad, la excelencia, el bilingüismo, la competitividad, la formación para el mercado laboral y la exclusión de los perdedores y diferentes.
La disputa por la ideología
Esta batalla cultura refleja la disputa por el poder, en torno a las ideologías que definen las políticas públicas de educación y sociales que conformarán nuestro futuro.
La oligarquía siempre ha considerado que el país, y el mundo en general, le pertenece y que se tiene que educar a la población de acuerdo a su ideología, con el fin de que naturalicen los privilegios de la clase dominante como algo conseguido en base a su esfuerzo (ideología de la meritocracia) y asuman el lugar que le corresponde a la clase dominada y explotada como su destino natural (pedagogía de la obediencia y la sumisión).
Para ello se utiliza la retórica de la meritocracia, aunque siempre se promete que algunos elegidos podrán acceder a esos privilegios reservados a la élite (sin cuestionar, por supuesto, el sistema de desigualdad). Pero lo cierto es que no están dispuestos a renunciar a ni uno solo de sus privilegios.
Por eso, cuando los recursos se van volviendo escasos y ven peligrar sus privilegios, sueltan a sus “perros de la guerra” (la ultraderecha). Y ponen el grito en el cielo cuando se plantea que el profesorado podrá introducir contenidos escolares que problematicen las desigualdades de clase social, género y etnia. Contenidos y valores ligados a los derechos humanos Para ellos esos son contenidos comunistas. Contenidos ideológicos. Como si hubiera algún contenido que no lo fuera. Como si la ideología neoliberal no lo fuera.
Estamos asistiendo a una “guerra ideológica” sin cuartel y sin prisioneros.
En definitiva, estamos asistiendo a una “guerra ideológica” sin cuartel y sin prisioneros. Una batalla de las ideas financiada por fundaciones privadas, asociaciones “culturales”, televisiones de grandes conglomerados, periódicos ligados a grupos empresariales, redes sociales controladas por oligarcas tecnofeudales, corporaciones de emprendimiento educativo y thinks tanks vinculados a la Internacional Reaccionaria (CPAC) que nutren la agenda ideológica del capitalismo neoliberal y uno de cuyos terrenos de disputa centrales es la educación.
Disputar y construir el nuevo sentido común
No solo pretenden influir en la agenda de la educación formal, es decir, en las políticas y los sistemas educativos de todos los países, sino también en la educación informal, en la socialización educativa de la población, especialmente a través de los medios y redes sociales de comunicación que hoy en día constituyen una esfera de influencia clave en la construcción del imaginario colectivo social, especialmente de las jóvenes generaciones que hacen un uso más constante de estas redes.
Lo que está en disputa en definitiva es el modelo de sociedad: mantener el modelo social del capitalismo neoliberal basado en el privilegio de unos pocos y el saqueo de la mayoría, o avanzar hacia un modelo social basado en el bien común, la justicia social y la igualdad.
Tenemos que atrevernos a soñar en el bien común de forma radical.
Nos tenemos que preguntar como lo hacía Lucio Anneo Séneca, en el siglo IV antes de nuestra era, si “no nos atrevemos a hacer muchas cosas porque aseguramos que son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Tenemos que atrevernos a soñar en el bien común de forma radical. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, y el de la sociedad en su conjunto.
Enrique Javier Díez Gutiérrez (@EnriqueJDiez). Catedrático Universidad de León Autor de “Pedagogía Antifascista” (2025) y “Emprendimiento educativo neoliberal” (2025)