Jean Ayres, creadora de la teoría de la integración sensorial, destacó que el cerebro infantil necesita estímulos táctiles variados para organizar su funcionamiento y generar respuestas adaptativas. Manipular agua, arena y barro permite experiencias que desarrollan tanto la motricidad fina como la gruesa, además de favorecer la coordinación ojo-mano y el equilibrio; aunque no solo implica eso, hay mucho más.
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