Referentes. Los tiempos y los días de Marta Mata Garriga (1926-2006)

Marta Mata con su madre, Àngels Garriga, en Saifores, 1951.

«Yo he visto morir la escuela», dice Marta Mata, «y he visto cómo la escuela resucitaba. Y ni lo uno ni lo otro se produce por evolución». La evolución natural habría llevado a la extinción de la escuela activa. Su mantenimiento, su persistencia, tiene nombres y apellidos.

El 22 de junio de 1926, nace una nueva criatura en la familia Mata Garriga. Marta, la llamarán. El padre, Josep Mata, es el heredero de una casa en Saifores, en la comarca del Penedès. La madre, Àngels Garriga, es maestra. Trabaja en el parvulario de la Escola Baixeras de Barcelona, la primera escuela que pisa la pequeña Marta, a los 3 años. Y seguirá a su madre al Grup Escolar Pere Vila. Allí conocerá la mejor escuela de los años de la República. «Era la mejor escuela, pública, que podíamos tener entonces», recordará. «Era activa, imaginativa, avanzadísima pedagógicamente». Y, al cumplir 12 años, pasará por el Institut-Escola: «la institución de más alto nivel pedagógico que ha habido jamás en Cataluña».

Tras la Guerra Civil, este modelo de escuela estará en el punto de mira de un régimen que no escatimará medios para aniquilarla. Mientras tanto, durante cuatro años, Marta, enferma, se refugia en Saifores. Y su casa se convierte en una escuela complementaria donde acuden los niños del pueblo, ricos y pobres, por las tardes. Allí pone en práctica la pedagogía que conoció siendo niña.

Entonces aparece la posibilidad de estudiar por libre en la universidad. Marta se matricula en pedagogía en Barcelona. La universidad es opresiva, gris, pero ahí encuentra a compañeros como M. Teresa Codina, que impulsa una escuela como las que ellas sueñan. La llaman Talitha. Marta dedicará un día a la semana a su biblioteca.

Y se encuentran con un gran problema: los maestros que salen de magisterio han tenido una formación peor que pésima, negativa. Se celebran muchas reuniones. Con M. Antònia Canals, Jordi Cots, M. Teresa Codina, Anna M. Roig, Pere Darder y Enric Lluch debaten cómo podrían formar a los maestros en la línea de la escuela moderna, la escuela activa, aquella escuela que Marta había conocido. Hablan de crear una escuela de maestros: la organización, la metodología, las prácticas… Una escuela al margen de las instituciones oficiales, donde no se preguntará qué título tienen a quienes asistan. Alexandre Galí y Artur Martorell, grandes figuras de la escuela moderna anterior a la Guerra, están completamente de acuerdo con el proyecto y prometen colaborar. Y el 4 de octubre de 1965, a primera hora de la tarde, catorce chicas y un chico suben a un piso del Eixample de Barcelona y se sientan alrededor de una mesa. Así empieza la Escuela de Maestros Rosa Sensat. Con Marta al frente.

«El segundo año, además del curso de tarde, hacemos también cursos por la noche y cursillos», explica Marta. «Y, como una fruta madura, nos cayó encima la evidencia de la escuela de verano». La primera escuela de verano empezará el 18 de julio de 1966. Se inscriben ciento cincuenta y tres maestros.

La Escuela de Maestros extiende sus ramas. No para de crecer. Pronto amplía el abanico de iniciativas. Y a su alrededor nacen nuevas escuelas activas, impulsadas por familias y maestros. Será el movimiento pedagógico más amplio de Cataluña en el siglo XX.

El año anterior a la muerte del dictador, sale de la Escuela de Verano la declaración «Por una nueva escuela pública». Marta la ha coordinado y ha luchado para que sea un documento abierto a las distintas posiciones políticas. En la Escuela de Verano de 1976, lo acaban de pulir y sale la declaración «Por una nueva escuela pública catalana». Muerto el dictador, la escuela soñada parece más cerca.

Con la nueva democracia, la política educativa sale de los despachos de la dictadura para pasar a ser definida en el Parlamento, y en la Generalitat, y en los ayuntamientos, y en el Congre­so de los Diputados. Puesto que la manera más fácil de poder incidir es desde un partido político, en 1976 Marta ingresa en Convergència Socialista de Catalunya.

Son tiempos intensos. Marta participa en varias comisiones en el Congreso de los Diputados. Reuniones larguísimas, mítines, discursos encendidos. Más tarde, en el Parlamento de Cataluña, pide que se regulen las escuelas 0-3, también promueve que no se separe a los niños por razón de lengua en las escuelas e insiste para que las escuelas activas que habían nacido durante el franquismo se integren en la red pública.

El 1982, cuando el PSOE gana las elecciones generales y asume el Gobierno, Marta idea un congreso de los movimientos de renovación pedagógica de todo el Estado. También pasa por el Senado. Y el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, la elige como regidora de educación. «Que la educación pueda ser gobernada desde la ciudad, con un foco de gobierno y de administración en cada distrito. Este es mi sueño», explica a los técnicos, administrativos y auxiliares del Instituto Municipal de Educación.

Y aún regresa al Senado. Y acepta la presidencia del Consejo Escolar del Estado. Y prepara un encuentro con todos los presidentes de los consejos escolares de las autonomías. Cuando están todos en Saifores, ingresa en el hospital. Desde la uci, dicta una conferencia que tiene que pronunciar en la Biblioteca Nacional de España. Fallece al cabo de quince días, el 27 de junio de 2006.

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