Ojos que miran, que observan, que se paran en los detalles, en las pequeñas cosas. Ojos que se sorprenden con lo imprevisto, que analizan, que se emocionan. Ojos que buscan complicidades con otros ojos que, fortuitamente, se encuentran y conectan al instante.
Unos ojos abiertos al mundo, que se sorprenden, que están expectantes y que acogen desde la calma. En definitiva, unos ojos que viven la vida desde la emoción, la inocencia y sin juicios. Ojalá los adultos viéramos la vida con sus ojos.
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